La hemorragia vaginal es uno de los síntomas que más alarma causa en la gestación. Si aparece avisa a tu médico, pero no pierdas los nervios. En la mayoría de los casos se debe a causas leves y se soluciona simplemente con reposo.
El sangrado vaginal le sucede al 25 por ciento de las embarazadas en las primeras 20 semanas de gestación y al 10 por ciento en las últimas y afecta en mayor medida a las mujeres con gestaciones gemelares o múltiples.
Si te encuentras al principio de la gestación, la hemorragia puede deberse simplemente a la implantación del óvulo fecundado en la pared del útero, o ser la consecuencia de un esfuerzo, por ejemplo al levantar peso o tras mantener relaciones íntimas enérgicas. El médico buscará el origen del sangrado, descartará que se produzca por una causa no genital, como las hematurias (sangrado procedente del aparato urinario), e impondrá el tratamiento adecuado. En la mayoría de los casos, unos días de reposo, abstinencia de relaciones íntimas incluida, serán suficiente para que el embarazo siga adelante felizmente.
La amenaza de aborto es una de las causas más preocupantes cuando se produce un sangrado vaginal en la primera etapa del embarazo. La hemorragia en este caso suele ir acompañada de molestias y dificultades al orinar. El médico hará una ecografía, donde verá la viabilidad del embarazo. Si en ella descubre una desplegadura de la placenta, un hematoma que lo separa, se confirma la amenaza de aborto. La mujer deberá guardar reposo absoluto y el especialista podrá prescribirle algún medicamento.
Más grave, aunque menos común, es la posibilidad de que las hemorragias vaginales en el primer trimestre se deban a un embarazo ectópico. Éste se produce cuando el óvulo fecundado se implanta fuera del útero, casi siempre en una de las trompas de Falopio. Es peligroso para la mujer ya que la trompa puede romperse y producir una hemorragia interna.
Además produce dolor en todo el abdomen o en la parte donde está implantado el óvulo. El tratamiento suele ser quirúrgico (extirpar la trompa en la que se ha asentado el óvulo), aunque últimamente se realiza una destrucción local del embrión mediante una medicación que se inyecta directamente en la trompa.
Llegado el último trimestre puede reaparecer la alarma del sangrado. Alrededor de la semana 37 de embarazo el útero podría empezar a ensayar el parto causando contracciones que pueden provocar la ruptura de alguna venita en el cuello del útero y con ello una perdida de sangre. Pero lo más probable es que en esta etapa las hemorragias se deban a una placenta previa o a un desprendimiento de la misma.
La placenta previa tiene lugar cuando ésta se sitúa en la parte más inferior del útero. Esta causada por alteraciones del endometrio o por una implantación tardía del embrión y produce una hemorragia de un color rojo brillante e indolora, originada por pequeños desgarros entre la pared uterina y la misma placenta. Según las circunstancias de cada mujer se procederá de diferente manera, pero, en general, si la placenta es previa total se hará una cesárea programada; en algunas ocasiones la embarazada hará reposo absoluto en casa hasta que se realice la intervención y en otras será ingresada.
El desprendimiento prematuro de la placenta consiste en la salida parcial o total de la placenta al exterior antes del nacimiento del bebé, el sangrado en este caso es oscuro y persistente y va acompañado de un intenso dolor en la zona abdominal. En estos casos se procede a través de cesárea.
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