El sistema endocrino está formado por glándulas que producen hormonas y las secretan en la sangre. Las glándulas endocrinas están formadas por el hipotálamo y la hipófisis (ambas situadas en el cerebro), las glándulas tiroides y paratiroides (situadas en el cuello), las glándulas suprarrenales, situadas en la parte superior de los riñones), el cuerpo pineal (situado en el cerebro), los ovarios en las mujeres y los testículos en los hombres. A medida que el embarazo avanza en sus primeras fases, los ovarios de la mujer segregan en cantidades crecientes las hormonas estrógeno y progesterona. Al principio, la progesterona es producida por una especie de glándula temporal dentro del ovario llamada cuerpo lúteo, pero más tarde la placenta toma el relevo, produciendo cantidades crecientes tanto de progesterona como de estrógeno. Durante las primeras siete semanas de embarazo, toda la progesterona procede del cuerpo lúteo. Sin embargo, a partir de la décima semana, la placenta produce toda la progesterona. El periodo intermedio, de la semana 8 a la 10, es un periodo de transición que los obstetras denominan cambio lúteo-placentario, durante el cual la placenta toma gradualmente el control.
Un concepto importante que debes conocer es que el embarazo se cuenta en términos de semanas gestacionales, cuyo punto de partida es el momento de tu última menstruación. Después de ese periodo, tienes que ovular, lo que suele tardar 14 días, aunque con muchas variaciones; algunas mujeres tardan menos y otras más. A continuación, el óvulo debe ser fecundado, lo que da lugar a un cigoto, que se somete a la división celular, una y otra vez, dando lugar a una entidad llamada blastocisto unos cinco días después de la fecundación. Para que te quedes embarazada, el blastocisto, esencialmente un embrión temprano, debe implantarse en el endometrio, el revestimiento interno del útero, lo que ocurre unos cinco o seis días después de la fecundación. Esto significa que no estás realmente embarazada hasta la tercera o principios de la cuarta semana de gestación. Para que se produzca la implantación de un blastocisto, el endometrio debe estar preparado mediante la exposición a la progesterona. La progesterona necesaria procede del cuerpo lúteo. Si algo va mal en el cuerpo lúteo antes de la implantación, ésta no se producirá, por lo que no habrá embarazo. Del mismo modo, si algo va mal en el cuerpo lúteo antes de que la producción de progesterona por parte de la placenta se inicie a las ocho semanas y aumente, se abortará espontáneamente.
Mientras el cuerpo lúteo sigue produciendo progesterona hasta que la placenta se ha formado y está preparada para empezar a aportar progesterona y otras hormonas, la implantación de un blastocisto desencadena un proceso que empieza a producir otra hormona, la gonadotropina coriónica humana beta a partir de células especiales y, finalmente, de la placenta. La gonadotropina coriónica es la hormona cuya presencia detectan las pruebas de embarazo. Las pruebas de embarazo caseras buscan la la gonadotropina coriónica en la orina, mientras que las pruebas de embarazo que te hace el médico comprueban los niveles de la gonadotropina coriónica normalmente en la orina, aunque también pueden utilizar una muestra de sangre. Mientras tanto, dos hormonas de la hipófisis que son muy importantes para el ciclo ovárico de cada mes, la hormona luteinizante (LH) y la hormona foliculoestimulante (FSH), desaparecen de la pantalla del radar durante el embarazo, la LH permanece en el extremo inferior de su rango normal y la FSH cae mucho más bajo de lo que nunca llega cuando no estás embarazada.
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A medida que la placenta crece y se desarrolla, el aumento de las cantidades de progesterona y estrógeno que emite estimula al hígado de la madre para que aumente su producción de una proteína llamada globulina fijadora de tiroides (TBG). La TBG es una de las pocas proteínas a las que las hormonas tiroideas, T3 y T4, pueden unirse cuando viajan por el torrente sanguíneo y otros fluidos corporales. Normalmente, estas hormonas tiroideas están unidas en su mayoría a dichas proteínas, pero una cierta cantidad de las hormonas también existe libremente en la sangre. En función de la concentración de hormonas tiroideas libres (no unidas), el hipotálamo, en el cerebro, decide si es necesario aumentar la producción de hormonas tiroideas y en qué medida, al igual que el termostato de tu casa decide cuándo encender el aire acondicionado o la calefacción en función de las mediciones de temperatura. El exceso de TBG del hígado significa que hay menos hormona tiroidea sin ligar, lo que engaña al hipotálamo haciéndole creer que hay concentraciones más bajas de las que realmente hay, por lo que el hipotálamo envía la hormona liberadora de tirotropina (TRH) a la hipófisis. La hipófisis responde a la TRH aumentando su producción de otra hormona, la hormona estimulante del tiroides (TSH). Esta es la primera hormona que los médicos comprueban si creen que se puede tener un problema de tiroides, porque da una mejor indicación de si la tiroides es poco o demasiado activa que los propios niveles de las hormonas tiroideas. En el embarazo, sin embargo, el aumento de la TSH es un producto de los cambios en el hígado, pero el resultado del aumento de la TSG, como cuando no estás embarazada, es que estimula las hormonas tiroideas, que son importantes, no sólo para ti, sino para el desarrollo normal del feto.
La endocrinología del embarazo implica varios cambios en la producción y el manejo de varias otras hormonas que se han discutido. Entre ellas se encuentran la prolactina, procedente de la hipófisis, el lactógeno placentario, procedente de la placenta, y hormonas de las que quizá hayas oído hablar en entornos ajenos al embarazo, como el cortisol, procedente de las glándulas suprarrenales, la melatonina, procedente de la pineal, que ayuda a conciliar el sueño, y la insulina, procedente de los islotes del páncreas. También incluyen hormonas que adquieren especial importancia durante el parto, sobre todo la oxitocina (procedente del hipotálamo), que hace que el útero se contraiga, y la epinefrina, que relaja el útero al final del parto, pero también tiene numerosos efectos sobre los vasos sanguíneos. Quizá sepas que la diabetes mellitus es el resultado de una producción inadecuada de insulina (tipo 1) o de una resistencia (disminución de la capacidad de respuesta) a la insulina (tipo 2). El embarazo normal conlleva un aumento de la resistencia a la insulina, lo que puede empeorar la diabetes de tipo 2, pero también puede dar lugar a una diabetes gestacional (diabetes propia del embarazo).
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