La coriomeningitis linfocítica (LCM) es una enfermedad infecciosa causada por un virus (LCMV). La enfermedad no es muy común, pero puede afectar a las mujeres embarazadas o que intentan quedarse embarazadas y existe cierta preocupación de que pueda infectar al feto. El LCMV está presente en los roedores, especialmente en los ratones silvestres, incluidos los ratones domésticos comunes. Las personas que entran en contacto con la orina, las heces, la saliva o la sangre de los ratones silvestres corren el riesgo de contraer el LCM, al igual que quienes tienen hámsters como mascotas. Además, si trabajas en un laboratorio dedicado al estudio del LCMV o de la enfermedad que provoca, también estás en riesgo. Los síntomas de la LCM suelen presentarse en dos fases: En primer lugar, hay un conjunto de síntomas similares a los de la gripe. Esto significa escalofríos, fiebre, dolores corporales, dolor de cabeza, fatiga, congestión o goteo nasal, tos, estornudos, dolor de garganta y náuseas. A continuación, la persona sufre síntomas de inflamación de los tejidos que rodean el cerebro y a veces también del propio cerebro. Estos síntomas pueden incluir rigidez de cuello, confusión, convulsiones, dificultad para caminar, dolor de cabeza muy intenso y vómitos. Las autoridades sanitarias advierten que los síntomas pueden ser especialmente graves en las mujeres embarazadas.
Si existe la sospecha de que puedes estar infectado por el LCMV, los médicos ordenarán primero algunos análisis de sangre básicos que proporcionarán información sobre tu estado de salud general. Estos análisis también proporcionarán algunas pistas sobre la probabilidad de padecer LCMV. Los análisis de sangre incluyen un recuento de glóbulos blancos, que en realidad puede ser bajo en LCMV. Los análisis incluyen el recuento de plaquetas, que también puede ser bajo, y los niveles de enzimas hepáticas, que suelen estar ligeramente elevados en la LCM. Los médicos también tendrán que realizar una punción lumbar para extraer el líquido que circula alrededor de la médula espinal. Este líquido se denomina líquido cefalorraquídeo (LCR). Antes de realizar una punción lumbar, los médicos solicitarán una tomografía computarizada (TC) de la cabeza para asegurarse de que la punción lumbar sea segura. En una punción lumbar, se introduce una aguja a través de la parte posterior de la parte inferior de la columna vertebral para extraer una muestra de LCR. A continuación, el LCR se analizará para revelar signos de infección por LCMV. Estos signos incluyen una baja concentración de azúcar en la muestra de LCR y también una alta concentración de glóbulos blancos en el LCR, a pesar de encontrar bajas concentraciones de glóbulos blancos en las muestras de sangre. Esta situación de recuentos de glóbulos blancos indica que la infección está presente en el sistema nervioso central y no en la sangre. El diagnóstico real de la LCM se consigue al encontrar determinados anticuerpos en la muestra de LCR. Dichos anticuerpos se dirigen contra la capa que rodea a los virus LCMV y contra el ADN del virus.
La LCM provoca síntomas que suelen presentarse en dos fases. La primera fase, que se produce entre 8 y 13 días después de que la persona se exponga al virus, consiste en síntomas leves similares a los de la gripe, como dolores musculares, dolor de cabeza, fiebre, pérdida de apetito, fatiga y náuseas y vómitos. Sin embargo, no todo el mundo experimenta la primera fase, o a veces los síntomas son tan leves que no se notan. En cualquiera de los casos, hay un periodo de unos días sin síntomas. Si durante la primera fase los síntomas son perceptibles, tendrás la sensación de que te estás recuperando, pero luego llega una segunda fase con nuevos síntomas, esta vez neurológicos. Estos incluyen síntomas de meningitis: fiebre, rigidez de cuello y dolor de cabeza. La persona también puede experimentar confusión y somnolencia, problemas de visión, audición o con otros sentidos, problemas de movimiento (incluso parálisis). Todas estas características sugieren una meningoencefalitis, es decir, una inflamación del cerebro y de las capas de tejido conectivo que lo rodean y protegen. En algunos casos, la situación puede evolucionar hacia la hidrocefalia, un exceso de líquido alrededor del cerebro y la médula espinal.
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A pesar de esta evolución tan aterradora de los síntomas, la LCM no suele ser mortal, pero puede provocar la infección del embrión o del feto. Si esto ocurre durante el primer trimestre (periodo embrionario y fetal temprano), la infección puede provocar una pérdida temprana del embarazo, es decir, un aborto espontáneo. Si la infección fetal se produce en una fase posterior del embarazo, puede provocar defectos congénitos muy graves, como retraso mental, hidrocefalia (exceso de líquido en el cerebro y a su alrededor) e inflamación de la retina del ojo.
El tratamiento de la LCM consiste sobre todo en medidas de apoyo, como hospitalizar a la paciente, vigilarla, suministrarle líquidos y tratar la fiebre. Si es necesario, la paciente puede recibir corticosteroides, que son relativamente seguros durante el embarazo y es posible tomarlos también como madre lactante. Se sabe que los corticosteroides se acumulan en la leche materna, pero esto ocurre sobre todo durante las primeras cuatro horas tras la administración de una dosis. En consecuencia, algunos médicos que administran este agente para sugieren que la paciente espere cuatro horas después de recibir cada dosis, que se saque la leche y la deseche, que espere a que se acumule nueva leche y que amamante al bebé con esa nueva leche. Tal régimen añadirá estrés a la ya estresante rutina de una nueva madre. En consecuencia, puede que te resulte más atractivo alimentar a tu recién nacido con una fórmula infantil. Un fármaco llamado ribavirina se ha mostrado prometedor contra el LCMV en animales de laboratorio, pero existe la preocupación de que pueda ser perjudicial para el feto. Por lo tanto, es necesario investigarlo en el futuro.
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