Cuentos para Reflexionar
Cuentos e historias para pensar y reflexionar que enseñan cosas sobre la vida.
El Manzano
Hace muchos años, había un manzano y un niño que lo adoraba y pasaba todos los días jugando alrededor de él. El pequeño creció y nunca jamás volvió a ser su compañero de juegos.
Un día, regresó ya hecho un muchacho y el árbol le dijo: -¿Juegas conmigo?-. Pero este le respondió: -Ya no soy el niño de antes, lo que ahora quiero son juguetes y no tengo dinero para comprarlos-. -Te sugiero que cojas todas mis manzanas y las vendas-, le contestó el árbol. Pero, tras hacer eso, se marchó dejándolo solo otra vez.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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El zar se encontraba enfermo y preocupado por los malos pronósticos que le habían dado, reunió a sus súbditos y les dijo: -Daré la mitad de mi reino a quien me cure-. Los sabios de la corte se reunieron a deliberar, pero por más vueltas que le dieron no encontraban la solución.
De repente, uno de ellos se levantó y les propuso lo siguiente: -Si encontramos a un hombre feliz, que le compren la camisa y que el zar se la ponga. Eso le curará-. Enseguida salieron de palacio emisarios en busca de ese hombre feliz, aunque no aparecía. Unos eran ricos pero estaban enfermos; otros gozaban de una salud de hierro, pero eran pobres como las ratas; también los había que, ricos y sanos, se quejaban de su mujer o de su hijo...
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- Escrito por: Estefanía Morera
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En un apartado valle atravesado por muchos caminos, vive el dios del tiempo sobre una gran roca. Desde su atalaya lo contempla todo y, de tanto observar, su sabiduría es infinita. Este dios es muy generosos y, a cada persona que nace, le presta más tiempo del que necesita para recorrer su camino.
Lo que ocurre es que, a lo largo de la vida, malgastamos mucho en trayectos equivocados. Continuamente hay que entre bifurcaciones y muchos desvíos no conducen a ninguna parte.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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Lee más: La lección del dios del tiempo - Historias para pensar
Un carpintero, ya entrado en años, comunicó a su jefe su intención de dejar de trabajar para descansar y disfrutar de la familia.
El jefe, que lamentaba perder a su hombre de confianza, le pidió que construyera una sola cosa más, como un favor personal.
El carpintero accedió, pero se veía fácilmente que no ponía el corazón en su trabajo.
Utilizaba materiales de poca calidad y el trabajo era deficiente.
Era una desafortunada manera de terminar su carrera.
Cuando terminó su trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y entregó al viejo carpintero las llaves de la puerta principal.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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Dos niños estaban patinando sobre una laguna congelada. El día había empezado con un sol tibio de invierno, pero acababa de comenzar a nevar, por eso decidieron volver a sus casas. Y fue cuando se encontraban cerca de la orilla, donde la capa de hielo era más fina, cuando uno de los pequeños cayó al agua. Cuando su amiguito vio que daba manotazos intentando salir y que, cada vez más agotado, se hundía en el agua, fue a buscar una piedra y empezó a golpear el hielo con todas sus fuerzas. Al principio se resistía, pero, sin perder la calma, fue a buscar una roca de mayor tamaño y la dejó caer junto a su amigo. El hielo empezó a cuartearse y, al hacerse más grande el agujero, pudo sacarlo fuera vivo.
Cuando llegó el equipo de salvamento y vieron lo sucedido, no podían creerse lo que había conseguido aquel niño.
-Con esas manos tan pequeñas, ¿Cómo lograste romper tú solo el hielo para rescatarlo?-, le dijeron.
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Cierta vez preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido, aquel al que más quería. Y ella, dejando entrever un sonrisa, respondió:
"Nada es más voluble que el corazón de una madre". Y, como madre respondió:
El hijo predilecto, aquel al que me dedico en cuerpo y alma, es el hijo enfermo, hasta que consigo que se cure.
Es el que está lejos de casa, hasta que vuelve.
Es el que está cansado, hasta que descansa.
El que tiene hambre, hasta que se alimenta.
El que tiene sed, hasta que puede beber.
El que está estudiando, hasta que logra aprender.
El que está desnudo, hasta que encuentra ropa que ponerse.
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¿Qué es una mamá?
Hace unos meses, cuando recogí a los niños del colegio, otra madre a la que conocía bastante bien se me acercó.
Olga estaba indignada.
Antes de que yo pudiera preguntar cuál era la causa de su enfado, me contó lo que había ocurrido. Había ido a solicitar plaza en un centro escolar para uno de sus hijos y tuvo que rellenar un formulario extenso ante una de las secretarias del lugar. Olga iba con Cristina, la más pequeña, que comenzó a llorar desolada en su cochecito y, como es lógico, el cuestionario se atascó. La secretaria, amablemente, se prestó a completarlo tomando nota de sus respuestas.
Cuando le preguntó cuál era su profesión, ella, con el bebé en brazos, no supo qué responder. Al percatarse de su silencio, la secretaria intervino:
-Debe decirme a qué se dedica- explicó la mujer-, si trabaja usted o es simplemente un...
-Claro que tengo un trabajo- contestó Olga, -soy una mamá.
A lo que la mujer respondió:
-No podemos poner que es usted mamá- explicó. -Eso no es una profesión. Vamos a escribir aquí que se dedica usted a sus labores o que es ama de casa. ¿Qué prefiere?- fue la respuesta enfática de la secretaria.
Había olvidado por completo la historia hasta que un día a mi me ocurrió exactamente lo mismo, solo que esta vez fue en el Ayuntamiento.
La funcionaria era, obviamente, una mujer con carrera, eficiente y con un cargo de nombre sonoro, como rezaba en la placa de la puerta.
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Erase una vez un hombre que había calumniado a uno de sus mejores amigos sin más motivo para ello que la envidia que le tenía por el éxito que había conseguido con sus negocios. Tales fueron los infundios que lanzó sobre él que la ruina acabó pronto con su prosperidad. Pero el maledicente se arrepintió de lo que había hecho y fue a visitar a un sabio, al que le dijo:
-Quiero arreglar todo el mal que le he causado a mi amigo. ¿Qué puedo hacer?.
A lo que el venerable hombre le respondió:
-Toma un saco llenos de plumas y suelta una allá por donde vayas.
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El dueño de una tienda puso en venta unos cachorritos que había dado a luz su perrita. En cuanto colgó el cartel, un niño entró y preguntó su precio: -Entre 40 y 50 euros-, dijo el hombre.
El pequeño sólo tenía 5 euros, pero le preguntó si podía verlos. El hombre sonrió, silbó y, a los pocos segundos, salió de la trastienda su perra con cinco perritos. El último tardó más en salir. -¿Qué le pasa?- preguntó el chaval. El hombre le explicó que había nacido con un problema de cadera y que cojearía toda su vida.
El niño exclamó:
-¡Ése es el que quiero comprar!
El dueño le contestó:
-Si lo quieres, te lo regalo, no hace falta que lo compres.
-¡No quiero que me lo regale, porque vale tanto como los otros perritos!-, exclamó enfadado el jovencito.
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Recursos Educativos - Cuentos e Historias cortas para reflexionar
El camello sin cuerda
Estaba a punto de caer el sol y la caravana se preparó para pasar la noche en el desierto. El muchacho encargado de los camellos se acercó al guía y le dijo:
-Señor, tenemos un problema. Hay en total 20 camellos, pero sólo tengo 19 cuerdas. ¿Cómo podemos solucionarlo?.
El guía quiso tranquilizar al joven diciéndole:
-No te preocupes, los camellos no son muy listos. Acércate al que ha quedado suelto y haz como si lo atases. Verás que se quedará allí quieto, como si en realidad le hubieses puesto una cuerda del cuello y de las patas.
Siguió su consejo y, a la mañana siguiente, cuando la caravana volvió a ponerse en marcha, todos los camellos comenzaron a avanzar en fila. Todos, menos uno.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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