Un carpintero, ya entrado en años, comunicó a su jefe su intención de dejar de trabajar para descansar y disfrutar de la familia.
El jefe, que lamentaba perder a su hombre de confianza, le pidió que construyera una sola cosa más, como un favor personal.
El carpintero accedió, pero se veía fácilmente que no ponía el corazón en su trabajo.
Utilizaba materiales de poca calidad y el trabajo era deficiente.
Era una desafortunada manera de terminar su carrera.
Cuando terminó su trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y entregó al viejo carpintero las llaves de la puerta principal.
-La casa es tuya, Es el premio a todos los años que llevas trabajando a mi lado.- Dijo el jefe.
Así pasa con nosotros. Construimos nuestras vidas de manera distraída, sin poner lo mejor de nosotros. Luego, con pena, vemos la situación que hemos creado y descubrimos que estamos viviendo en la casa que hemos construido.
Pensad como el carpintero. Pensad en vuestra casa. Construidla con sabiduría.
Nuestra vida, hoy, es el resultado de nuestras actividades y de las elecciones que hemos hecho. Nuestra vida, mañana, será el resultado de las actitudes y las elecciones hechas hoy.