¿Qué es una mamá?
Hace unos meses, cuando recogí a los niños del colegio, otra madre a la que conocía bastante bien se me acercó.
Olga estaba indignada.
Antes de que yo pudiera preguntar cuál era la causa de su enfado, me contó lo que había ocurrido. Había ido a solicitar plaza en un centro escolar para uno de sus hijos y tuvo que rellenar un formulario extenso ante una de las secretarias del lugar. Olga iba con Cristina, la más pequeña, que comenzó a llorar desolada en su cochecito y, como es lógico, el cuestionario se atascó. La secretaria, amablemente, se prestó a completarlo tomando nota de sus respuestas.
Cuando le preguntó cuál era su profesión, ella, con el bebé en brazos, no supo qué responder. Al percatarse de su silencio, la secretaria intervino:
-Debe decirme a qué se dedica- explicó la mujer-, si trabaja usted o es simplemente un...
-Claro que tengo un trabajo- contestó Olga, -soy una mamá.
A lo que la mujer respondió:
-No podemos poner que es usted mamá- explicó. -Eso no es una profesión. Vamos a escribir aquí que se dedica usted a sus labores o que es ama de casa. ¿Qué prefiere?- fue la respuesta enfática de la secretaria.
Había olvidado por completo la historia hasta que un día a mi me ocurrió exactamente lo mismo, solo que esta vez fue en el Ayuntamiento.
La funcionaria era, obviamente, una mujer con carrera, eficiente y con un cargo de nombre sonoro, como rezaba en la placa de la puerta.
-¿A qué se dedica?- me preguntó.
Aún me sorprende recordar mi respuesta.
No sé por qué contesté de aquella manera. Las palabras simplemente salieron de mi boca:
-Soy Investigadora Adjunta, especialista en el Campo del Desarrollo Infantil y las Relaciones Humanas.
La funcionaria se detuvo, el bolígrafo quedó congelado en el aire y me miró como si no hubiese escuchado bien.
Repetí el título lentamente, poniendo énfasis en las palabras más importantes. Luego observé asombrada cómo mi pomposo título era escrito con pulso firme en el cuestionario oficial.
-¿Me permite preguntarle qué es exactamente lo que hace usted en ese campo?
Con una voz muy sosegada me escuché decir:
-Participo en un programa abierto o continuo de investigación, como usted prefiera, que se desarrolla tanto en laboratorio como sobre el terreno, y los resultados parciales de esta tarea están recogidos en mi tesis doctoral (la familia completa), ya tengo redactadas y corregidas las cuatro quintas partes (todas mis hijas). Debe saber que esta profesión es una de las que mayor demanda tiene en el campo de las ciencias humanas. Habitualmente trabajo catorce horas diarias (en realidad son más, como veinticuatro), afronto muchos más retos que en cualquier otra profesión y la remuneración es espléndida en todos los órdenes. A lo dicho debo añadir algo que no tiene precio: La satisfacción personal.
Se podía advertir una creciente nota de respeto en la voz de la funcionaria mientras completaba el formulario.
Una vez terminado el proceso, se levantó de la silla y personalmente me acompañó a la puerta.
Al llegar a casa, emocionada con los nuevos títulos con los que había sido bautizada mi entrañable profesión, salieron a recibirme tres de los contenidos más importantes de mi tesis, de 13, 7 y 3 años de edad. Arriba podía yo escuchar al nuevo modelo experimental en el programa de desarrollo infantil (de 6 meses de edad), probando un nuevo patrón de vocalización! ¡Estaba exultante! ¡Había derrotado a la burocracia!
Había entrado en los registros oficiales como una persona distinguida e indispensable para la humanidad, dedicada en cuerpo y alma a una tarea eterna, ser "una madre más".
Anónimo
Enviado por Silvia, educadora infantil