El dueño de una tienda puso en venta unos cachorritos que había dado a luz su perrita. En cuanto colgó el cartel, un niño entró y preguntó su precio: -Entre 40 y 50 euros-, dijo el hombre.
El pequeño sólo tenía 5 euros, pero le preguntó si podía verlos. El hombre sonrió, silbó y, a los pocos segundos, salió de la trastienda su perra con cinco perritos. El último tardó más en salir. -¿Qué le pasa?- preguntó el chaval. El hombre le explicó que había nacido con un problema de cadera y que cojearía toda su vida.
El niño exclamó:
-¡Ése es el que quiero comprar!
El dueño le contestó:
-Si lo quieres, te lo regalo, no hace falta que lo compres.
-¡No quiero que me lo regale, porque vale tanto como los otros perritos!-, exclamó enfadado el jovencito.
-Pero es que este cachorro nunca podrá correr ni saltar...-, le replicó el dueño.
El niño, entonces, se agachó, se levantó la pernera izquierda y dejó al descubierto su pierna, que estaba reforzada por un aparato de metal.
-Bueno, yo tampoco puedo correr muy bien y este perrito necesita a alguien que lo entienda-, dijo.
Los ojos del hombre se llenaron de lágrimas:
-Espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú-, acertó a decir.
Acababa de entender lo importante que es que te comprendan y te acepten por quien eres y de manera incondicional.