La esclerosis múltiple (EM) es un trastorno neurológico que afecta al cerebro, la médula espinal y los nervios ópticos. Es una enfermedad crónica, lo que significa que se inicia gradualmente y empeora a lo largo de la vida, a veces con algunos altibajos, con brotes y separados por períodos de remisión. Otra posibilidad es que la EM comience más rápidamente. En cualquier caso, provoca un empeoramiento de la sensibilidad, el movimiento y el equilibrio, así como problemas para orinar. La esclerosis múltiple puede complicar el embarazo, ya que la enfermedad suele comenzar en la flor de la vida. Muy a menudo, la esclerosis múltiple puede mejorar durante el embarazo, pero tras el parto puede volver con toda su fuerza. Se cree que la EM es una enfermedad autoinmune, lo que significa que el propio sistema inmunitario es la causa subyacente. En el caso de la EM, los científicos creen que el sistema inmunitario ataca las vainas de mielina, un material similar a la grasa que rodea los largos apéndices de las neuronas (células nerviosas), conocidos como axones. En las neuronas sanas, la mielina permite a los axones transmitir rápidamente las señales eléctricas. Por tanto, la destrucción de las vainas de mielina interfiere en la transmisión eléctrica en los tractos nerviosos (haces de axones que transportan señales a través del cerebro y la médula espinal).
A diferencia de muchas afecciones que afectan a personas mayores, la esclerosis múltiple suele manifestarse durante los años de juventud y madurez de la mujer (entre 20 y 45 años). Además, la EM es dos veces más frecuente en las mujeres que en los hombres. La unión de estos dos factores hace que la esclerosis múltiple sea bastante común en las mujeres embarazadas, pero hay otros factores que pueden aumentar el riesgo de que se desarrolle la esclerosis múltiple, por ejemplo:
- Tener un hermano o padre con esclerosis múltiple y, especialmente, tener un gemelo idéntico con esclerosis múltiple.
- Ser de ascendencia europea (caucásica).
- Vivir en lugares de mayor latitud (más alejados del Ecuador), especialmente durante los primeros años de vida.
Además, se sospecha que los siguientes factores aumentan el riesgo de padecer EM:
- Deficiencia de vitamina D.
- Consumo de tabaco o exposición al humo de tabaco de segunda mano.
- Antecedentes de infección por el virus de Epstein-Barr (VEB), el virus que más comúnmente causa la mononucleosis.
Si el médico sospecha que puedes estar desarrollando esclerosis múltiple, el primer paso es una revisión y ampliación exhaustiva de tu historial médico que destaque los problemas de movimiento, equilibrio y visión y saque a relucir la información relativa a los miembros de la familia que puedan tener esclerosis múltiple o que hayan padecido esta enfermedad. Se te hará una exploración física que incluirá la evaluación de la visión y de los músculos del movimiento ocular, pruebas de los reflejos (incluida la reacción de las pupilas a la luz) y pruebas de las funciones mentales, como la memoria y la capacidad de concentración. Si tras el examen el médico tiene alguna sospecha de que puedes tener esclerosis múltiple, te remitirá a un neurólogo, que realizará una exploración física más compleja y revisará también tu historial. El neurólogo también solicitará pruebas de laboratorio y estudios de imagen. Los estudios de laboratorio se realizarán con muestras de sangre y se seleccionarán para detectar signos de que el sistema inmunitario se ha vuelto contra el sistema nervioso. El diagnóstico de la EM dependerá del diagnóstico por imagen, especialmente de la resonancia magnética (RM), que puede detectar alrededor del 90% de los casos de EM. Además, el neurólogo puede solicitar pruebas eléctricas de los músculos y ordenará una punción lumbar en la que se inserta una aguja en el canal que contiene el líquido que rodea la parte inferior de la médula espinal, con el fin de extraer líquido que pueda ser estudiado con más pruebas de laboratorio.
A menudo, durante el embarazo, los síntomas de la esclerosis múltiple mejoran, pero si la enfermedad ya ha progresado hasta causar problemas de movimiento, equilibrio y vejiga, el útero en crecimiento puede exacerbarlos. Aunque la esclerosis múltiple no afecta directamente al feto, los médicos suelen tener que ajustar la terapia antes de que comience el embarazo, ya que no todos los medicamentos que se administran para la esclerosis múltiple son seguros durante el mismo. Los medicamentos para la EM incluyen un grupo de fármacos denominados agentes inmunomoduladores y se administran para evitar que se produzcan nuevos brotes. No obstante, durante el embarazo hay que dejar de tomar estos agentes; además, algunos deben ser "eliminados" del organismo antes de que comience el embarazo.
El proceso se lleva a cabo interrumpiendo el uso de la medicación durante un tiempo determinado antes de comenzar el embarazo. El tiempo que se necesita para la eliminación varía en función del medicamento. Debes seguir las indicaciones del médico para hacerlo correctamente. Por lo general, la EM se calma durante el embarazo, pero en caso de que sufras un brote de esclerosis múltiple después de quedarte embarazada, tu neurólogo puede tratarte con un corticosteroide.
A pesar de todo lo que hemos comentado anteriormente, la mayoría de las veces las mujeres con esclerosis múltiple pueden tener embarazos normales. La EM es una enfermedad que hace que las personas estén extremadamente fatigadas, lo que en combinación con el embarazo puede ser aún más difícil. Sin embargo, dado que los síntomas de la esclerosis múltiple suelen disminuir mientras se está embarazada, tener EM no significa necesariamente que el embarazo se considere complicado. Muchas mujeres con EM requieren una cesárea por diversos motivos, pero normalmente no a causa de la propia EM, y normalmente no hay ningún motivo por el que no se pueda dar a luz por vía vaginal.
En lo que respecta a la lactancia, existe preocupación e incertidumbre sobre la seguridad de diversos fármacos para la esclerosis múltiple. Dado que muchas mujeres sufren una recaída tras el parto, a menudo es necesario volver a iniciar la terapia con fármacos potentes para la EM, como los inmunomoduladores. Hasta que no se sepa más sobre la facilidad con la que estos agentes pasan a la leche materna, dependiendo de la gravedad de tu brote y del fármaco que te administren, podrás o no dar el pecho. En algunos casos, es posible que puedas extraer y almacenar leche materna durante un periodo de tiempo después del parto y, a continuación, iniciar el tratamiento de los medicamentos para la EM y dejar de extraer y amamantar. A continuación, puedes alimentar al bebé con la leche almacenada en un biberón y pasar a la leche artificial.
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