La epilepsia es una enfermedad neurológica que provoca una actividad eléctrica anormal en el cerebro. Afecta sobre todo a los niños, los adolescentes y los ancianos en distintos grados. En algunos casos las causas son genéticas, pero en la mayoría no se identifican.
¿Qué es la epilepsia?
La epilepsia se caracteriza por un aumento repentino de la actividad eléctrica en el cerebro, lo que provoca una interrupción temporal de la comunicación entre las neuronas. Suelen ser de corta duración. Pueden producirse en una zona específica del cerebro o en todo el cerebro. Estos impulsos nerviosos anormales pueden medirse durante un electroencefalograma (EEG), una prueba que registra la actividad cerebral.
Al contrario de lo que se podría pensar, los ataques epilépticos no siempre van acompañados de movimientos espasmódicos o convulsiones. Pueden ser menos evidentes. Se manifiestan por sensaciones inusuales (como alucinaciones olfativas o auditivas, etc.) con o sin pérdida de conciencia, y por diversas manifestaciones, como la mirada fija o los gestos repetitivos involuntarios.
Es importante tener en cuenta que las convulsiones deben producirse repetidamente para que haya epilepsia. Por lo tanto, tener una convulsión en su vida no significa que tenga epilepsia. Se necesitan al menos dos crisis para que se diagnostique la epilepsia.
Una convulsión puede producirse en varias circunstancias: traumatismo craneal, meningitis, accidente cerebrovascular, sobredosis o abstinencia de drogas, etc.
No es raro que los niños pequeños tengan convulsiones durante la fiebre. Llamadas convulsiones febriles, suelen cesar alrededor de los 5 ó 6 años. No es una forma de epilepsia. Sigue siendo importante acudir a un médico cuando se producen estas convulsiones.
Factores que pueden provocar crisis epilépticas:
- Falta de oxígeno durante el parto o inmediatamente después.
- Problemas en el desarrollo durante el embarazo.
- Meningitis.
- Traumatismos craneoencefálicos.
- Convulsiones febriles prolongadas.
- Tumores cerebrales.
- Herencia de familiares y/o parientes cercanos.
Tipos de convulsiones
Existen dos tipos principales de crisis epilépticas:
Convulsiones parciales, limitadas a una zona específica del cerebro; el paciente puede estar consciente durante la convulsión (convulsión parcial simple) o su conciencia puede estar alterada (convulsión parcial compleja). En este último caso, el paciente no suele recordar la crisis.
Convulsiones generalizadas, que afectan a todas las áreas del cerebro. El paciente pierde el conocimiento durante la convulsión.
A veces una convulsión, inicialmente parcial, se extiende a todo el cerebro y se generaliza. El tipo de sensación que se experimenta durante una convulsión da al médico una indicación de su origen (el lóbulo frontal, el lóbulo temporal, etc.).
Posibles consecuencias de la epilepsia
Las convulsiones pueden provocar lesiones físicas si la persona pierde el control de sus movimientos.
Las personas con epilepsia también pueden sufrir importantes repercusiones psicológicas debido a la imprevisibilidad de las crisis, el estigma, las reacciones adversas a los medicamentos, etc.
Las convulsiones prolongadas o que no terminan con la vuelta a la normalidad deben ser tratadas con urgencia. Pueden provocar importantes secuelas neurológicas a cualquier edad. En efecto, durante una convulsión prolongada, ciertas zonas del cerebro carecen de oxígeno. Además, pueden producirse daños neuronales debido a la liberación de sustancias excitadoras y catecolaminas asociadas al estrés agudo.
Algunas convulsiones pueden ser incluso mortales. El fenómeno es raro y poco conocido. Se denomina "muerte súbita inesperada e inexplicable en la epilepsia". Se cree que una convulsión puede alterar los latidos del corazón o detener la respiración. Se cree que el riesgo es mayor en las personas con epilepsia cuyas crisis no están bien tratadas.
Tener una convulsión en determinados momentos puede ser peligroso para ti o para los demás. (Caídas, ahogamiento, accidentes de tráfico, problemas de salud emocional, etc.).
Tratamiento
En general, con los cuidados adecuados, la persona puede llevar una vida normal con algunas restricciones. Por ejemplo, al principio del tratamiento se puede prohibir la conducción y el uso de equipos técnicos o maquinaria en un trabajo. Si la persona con epilepsia ha estado libre de convulsiones durante un determinado periodo de tiempo, el médico puede volver a evaluar la situación y emitir un certificado médico que ponga fin a estas prohibiciones.
La epilepsia puede durar toda la vida, pero algunas personas con epilepsia acaban por quedar libres de convulsiones. Los expertos estiman que alrededor del 60% de las personas no tratadas no sufren convulsiones durante los 24 meses posteriores a su primera convulsión.
Haber tenido las primeras convulsiones a una edad temprana parece favorecer la remisión. Aproximadamente el 70% entra en remisión durante 5 años (sin convulsiones durante 5 años).
Aproximadamente entre el 20 y el 30 por ciento desarrollan epilepsia crónica (epilepsia de larga duración).
Entre el 70% y el 80% de las personas con enfermedad persistente, la medicación consigue eliminar las convulsiones.
Cómo saber si nuestro hijo sufre epilepsia:
No todos los ataques o crisis indican que nuestro hijo sufra esta enfermedad. En cuadros de fiebre alta, muchos niños sufren convulsiones. Incluso en llantos prolongados y angustiosos pueden sufrir lo que se llama espasmos del sollozo. Pero esto no indica que el niño sea epiléptico. Debemos tener en cuenta:
- Pierde el conocimiento, o tiene ausencias notables en su actividad, se queda en blanco y no reacciona.
- Tiene dos o más crisis convulsivas sin desencadenantes (como pueda ser una fiebre alta).
- Tiene contracciones musculares violentas, como sacudidas.
- Presenta náuseas, sudoración excesiva, alteraciones bucales.
La epilepsia es un trastorno que tiene tratamiento farmacológico. Estos medicamentos mejoran la calidad de vida de los pacientes. En casos más graves, y menos frecuentes, se utiliza la cirugía para solventar las crisis incontrolables mediante medicación.
Algunos casos leves se solucionan solos con el crecimiento del niño. Pero la gran mayoría suele necesitar tratamiento farmacológico de por vida.
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