¿Es compatible la crianza positiva con la vida cotidiana?
Blogs, libros, conferencias, talleres de formación, hoy en dÃa la paternidad positiva está en todas partes. Los padres son constantemente invitados a cuestionarse a sà mismos y a desarrollar todas las técnicas adecuadas para convertirse, sin importar lo que nadie diga, en un padre "perfecto". ¿Pero no es demasiada presión, o incluso demasiada culpa, cuando no podemos mantener estos buenos propósitos?
Escuchar, empatÃa, cuidado. Es difÃcil estar en contra de la educación positiva ya que sus principios fundamentales son esenciales para la buena construcción psicológica de nuestros hijos. El problema es que, entre la teorÃa y la práctica, hay una brecha que a veces es difÃcil de cerrar. Muchas veces se Intenta poner en práctica estos buenos consejos y técnicas, pero después de media hora, viendo que no funciona, explotamos.
Muchos padres se culpan a sà mismos cuando pierden la paciencia y terminan experimentando la crianza de su hijo como un estrés absoluto. Esta incomodidad termina con esta cuestión: ¿la crianza positiva es realmente aplicable en la vida cotidiana?
Una culpa abrumadora
Muchos especialistas hoy en dÃa cuestionan los lÃmites de la educación positiva. A fuerza de destilar buenos consejos para hacer frente a todo tipo de situaciones desagradables (crisis en el supermercado, negativa a saludar, obstinación en salir sin abrigo, etc.), éste devuelve a los padres la idea ineludible de que si sus hijos tienen crisis repetidas es porque ellos -los padres- tienen reacciones inadecuadas. De ahà un inevitable sentimiento de culpa.
Cuando no podemos aplicar estas técnicas para que los niños nos obedezcan nos sentimos fatal y dejamos de confiar en nuestro papel de padres. Hay que dar un paso atrás y decirte a ti mismo que el método es bueno, pero que no siempre te conviene. Demasiados "debo", "debes", "no grites"... que suenan como dictados y nos ponen, al final, en el fracaso. Cada padre tiene en su corazón ser el mejor padre posible para su hijo y promover su bienestar. Recordarles constantemente que podrÃan hacerlo mejor es añadir presión a un papel que no es fácil de mantener a lo largo del tiempo, frente a los peligros de la vida cotidiana.
Un ideal inalcanzable
Esta presión afecta particularmente a las madres que trabajan a tiempo completo. Ya te sientes bastante culpable porque sabes que te estás perdiendo grandes momentos familiares. Pero cuando además te dicen que debes jugar a los juegos de Montessori, cocinar más, no dejar a tus hijos frente a una pantalla y hablar sin molestarte nunca, es una misión imposible. Ya estamos haciendo todo lo posible para que todos se sientan bien y al final, parece que nunca es suficiente. A veces es muy difÃcil de aceptar.
Puede ocurrir que la crianza positiva ayude a crear la imagen de un padre "perfecto", siempre escuchando, siempre disponible, incluso en momentos de gran fatiga. Un ideal que obviamente está muy alejado de las realidades de la vida diaria. Y una orden para ofrecer lo mejor de uno mismo en todo momento, que también se transmite a los hijos. Sin embargo, para crecer bien, es fundamental que se den cuenta de que sus padres también cometen errores, que tienen sus defectos como todo ser humano.
¿Educación positiva, un negocio?
Si bien la proliferación de sitios y libros sobre el tema ha hecho que los padres sean más conscientes de la importancia de escuchar a sus hijos, también va acompañada de excesos y desmanes. La educación positiva se ha convertido en un concepto de moda, cada vez más utilizado y reclamado con fines de comercialización. Se juega con los sentimientos y la culpa de los padres para vender muchos libros y cursos de formación sobre la crianza de los hijos, que sólo deberÃan estar dirigidos a los casos difÃciles y a los padres angustiados.
La educación como parte de un proceso natural, no es más que la reproducción de patrones previamente escritos, desconectados de la realidad. De hecho, las madres solteras o las familias del mismo s e x o tienen dificultades para identificarse con esto.
La crianza positiva versus la educación aproximada
La diferencia entre estos dos modos de educación es que en el primero, el niño está en el centro del proceso: se le da un lugar central, la familia se adapta a él. En el esquema de educación bruta, es el adulto quien está en el centro del proceso y quien trabaja por el bienestar de todos.
Hoy en dÃa, el lugar del niño ha cambiado tanto que ya no nos atrevemos a regañarlo o prohibirle nada. A fuerza de negociar, de dejarles decidir por la puerta de atrás, no les enseñamos la frustración ni cómo tratar sus decepciones: no se les hace ningún favor para su vida futura.
Una educación en sintonÃa con la realidad de la vida cotidiana
La educación aproximada es sobre todo "flexibilidad, agilidad", un método que consiste "en dar lo mejor de uno mismo, según sus recursos", pero también en dejar ir las dificultades cotidianas. No tienes que comer verduras todas las noches, bañarte todos los dÃas, a veces incluso puedes saltarte los deberes: Ocurre y no importa. Lo que hay que transmitir a los hijos es que nada en la vida está grabado en piedra, que hay que saber adaptarse. No podemos encerrarnos en un patrón de vida con todas las reglas escritas.
El instinto es muy importante, y debe prevalecer en cualquier situación. A veces los padres están tan confundidos que no saben qué es normal y qué no. Deben a toda costa recuperar el poder, volver a aprender a confiar en los demás y escuchar su sentido común.
Bajar los estándares de uno
El adulto no debe olvidarse de sà mismo en beneficio del niño. Hacer lo que uno puede a diario también significa bajar los estándares para ser más feliz como familia. Si no estás disponible o estas muy cansado, se lo dices. Cuando no tengas las palabras adecuadas para calmar su ira, le dices eso también y que hablarán de ello más tarde. Que los padres respeten sus propias necesidades es fundamental para que puedan disfrutar de estar con su familia. Y el bienestar de los padres se refleja en los hijos.
Darse el derecho de cometer errores
Educar positivamente, pero de forma aproximada es finalmente darse el derecho a cometer errores y permitirse fallar. N o hay un padre perfecto, sólo padres 'suficientemente buenos'. Mientras se respeten nuestros valores fundamentales y la escucha y el diálogo estén a la orden del dÃa, el resto sigue. Revelar tus fracasos a su hijo significa transmitirle tolerancia e invitarle a hacer lo mismo con los demás. Pero también para actuar por una vida diaria menos estresante y más satisfactoria para todos. Me doy el derecho de no estar siempre en la cima, porque considero que ser amable conmigo mismo es una forma indirecta de hacer felices a mis hijos.
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