Recursos educativos - Cuentos infantiles
Una pastora Ye-yé
En un lugar muy lejano, rodeado de verdes llanuras, una comunidad de ovejas tenían establecido su reino.
Allí se encontraban los mejores pastores del mundo, los cuales eran elegidos por la Oveja Reina según sus virtudes.
Estos pastores cruzaban los caminos de una a otra parte del país, cosechando granos y demás alimentos para que las ovejas, pudiesen comer durante el invierno cuando los campos estuviesen cubiertos por la nieve.
Así, todos los niños que como buenos pastores habían estado en aquel lugar eran felices para siempre.
Por esto, un cierto día Rosarín, sabedora de las maravillas de aquel reino, dijo su hermanito: ¡Cuánto me gustaría ser pastora en aquel lejano país!
Bah, Rosarín, -Le dijo éste-. ¿No comprendes que las ovejas no querrían a una niña que lo único que sabe es bailar?
¡No es verdad! Yo, además de bailarles, sabría amarlas y cuidarlas con esmero aunque fuese una pastora ye-ye.
¡Oh, niños! Tanta era la fe puesta que nuestra amiguita tenía en su empeño que un día montada con su hermano en un burrito y ataviada con típicos trajes de pastores, llegaron al reino de las ovejas cruzándose con otros pastores que llegaban por distintos caminos tocando variados instrumentos musicales con mucha maestría.
Una vez reunidos todos en el hermoso palacio de la Oveja Reina, Rosarín manifestó a ésta su deseo de ser la mejor pastora de su reino.
La Reina muy emocionada al ver el gran corazón de aquella niña le dijo:
¡Bravo, pequeña! Pues has de saber que con el mismo amor y cariño que tu trates a mis ovejas te trataran a ti todos los demás, como premio a tus desvelos por ellas.
Y así fue, amiguitos. Cuando ambos hermanos regresaron del país de las ovejas cargados de regalos, su mamá muy contenta les abrazó, porque con su bondad habían conseguido el gran premio a la bondad que es el mejor premio que los niños pueden desear.