Recursos educativos - Cuentos infantiles
Laila y Aixa
En una pequeña ciudad vivía una pobre viuda con sus dos hijas, Laila y Aixa.
Las dos hermanas bordaban primorosamente y con el producto de su trabajo vivían las tres.
Aixa, tenía un carácter dulce y reposado, pero Laila, a pesar de ser muy buena chica, era menos trabajadora que su hermana u perdía mucho tiempo en otras cosas.
En cierta ocasión en que se anunciaron grandes fiestas, las dos hermanas recibieron muchísimos encargos.
-¡Virgen Santa!- exclamó Laila al verlos-, no podremos acostarnos en un mes.
-Poco podré ayudaros, hijas mías- Les dijo su madre; -sabéis que debo atender la casa y a pesar de mi buena voluntad, no podré serviros de mucho.
-No te preocupes, mamá- dijo Aixa, -ya nos arreglaremos nosotras-.
Una noche estaban las tres bordando cuando llamaron a la puerta. Poco después Aixa volvía con otra tela:
-Se trata de un encargo muy delicado, hermana. Es para la esposa del señor alcalde, y quiere que su vestido sea el más primoroso de todos. ¡Con el trabajo que tenemos...! Pero, en fin, dormiremos un poquito menos.
Pasaron dos noches trabajando sin descanso; a la tercera. Aixa le dijo a su madre que se acostara.
Laila le dijo a su hermana:
-No puedo más, Aixa, tengo mucho sueño. Vamos a acostarnos nosotras también.
-Vete tú, Laila. Yo me quedaré un poco más. La verdad es que no tengo mucho sueño y aprovecharé un par de horas más.
Aixa se quedó sola en la pequeña habitación que usaban como taller. De pronto se rompió el silencio con un débil sonido de campanillas acompañado de un rumor de pasos ligeros que descendían por la escalera.
Aixa se quedó inmóvil, con la aguja en el aire, al ver ante sí cinco enanitos vestidos con casacas rojas y llevando campanillas en sus zapatitos verdes.
Aixa, que se había quedado muda de sorpresa al ver a los enanitos, no sabía que decir.
-No grites- dijeron los enanitos. -Estamos aquí para ayudarte. Sabemos bordar muy bien. Durante estas dos noches te hemos visto trabajar hasta muy tarde, y tú sola no podrás terminar tanto trabajo.
Tan asombrada estaba Aixa que no acertó a pronunciar ni una palabra.
Los enanitos cogieron las telas, agujas e hilos y empezaron hacer un maravilloso bordado en el traje de la alcaldesa.
Dejaron el vestido completamente terminado y se fueron. Pero al despedirse le prometieron volver a la noche siguiente.
Por la mañana, al levantarse Laila y ver que el vestido ya estaba terminado, preguntó a su hermana cómo se las había arreglado para hacerlo.
Aixa, que no era mentirosa, le contó que unos simpáticos enanitos la habían ayudado y habían prometido volver otra vez aquella noche.
Laila no consideró necesario que ella siguiese trabajando después de cenar, ya que los enanitos ayudarían a su hermana.
Así lo pensó y así lo hizo. Al dar las nueve de la noche, dijo que tenía mucho sueño, y que además necesitaba descansar para poder bailar en la fiesta que cada vez estaba más cerca.
Y Aixa volvió a quedarse sola. Llegaron otra vez los enanitos y, al ver que Laila tampoco estaba allí trabajando, preguntaron a su hermana: -¿Por qué no está Laila contigo?
-Tanía mucho sueño la pobre. Y como se aproxima el día de la fiesta, he pensado que sería mejor que se acostara. Los enanitos se miraron entre sí y no dijeron nada. Ayudaron a la joven y bordaron hasta el último vestido.
Después, uno a uno, depositaron un beso en la mejilla de Aixa, y cada uno le regaló un carrete de hilo de distinto color.
-Si nos necesitas, no tienes más que tirar del hilo de estos carretes y vendremos en tu ayuda.
Los enanitos, en lugar de marcharse de la casa, subieron a la habitación de Laila, y vieron que dormía profundamente. Entonces sacaron del armario el traje que la niña se había bordado para la fiesta y, armados de grandes tijeras, se lo deshicieron todo.
Le dejaron una nota escrita, que decía así: "Si quieres llevar el vestido, tendrás que volver a coserlo, y sin nuestra ayuda. Tu hermana ha tenido que trabajar todas las noches mientras tú dormías, y esto no es justo. Así que a trabajar."
Y fue así como Laila aprendió que no se debe abusar de la confianza de los demás cuando intentan ayudarnos, y menos aún de aquellos simpáticos enanitos.
Ahora, ambas hermanas se quedan juntas a trabajar y, naturalmente, terminan el trabajo mucho antes.
Cuento enviado por Inés, educadora infantil, desde Las Palmas de Gran Canaria.