La piel es lo más expuesto de nuestro cuerpo. En el rostro, que es el área del cuerpo donde más se posan tanto nuestra mirada como la de los demás, la expresión de las emociones tiene uno de sus elementos esenciales en la epidermis, que se tensa, se arruga o permanece en reposo en función de la alegría, la tristeza o la calma del momento.
La mujer tiene a su alcance un gran número de recursos que permiten realzar unos rasgos más que otros o aplicar distintos tipos de cuidados según la parte del cuerpo que se desee mejorar.
Desde el maquillaje, que puede ser más discreto o más evidente, hasta el ejercicio físico y el gimnasio, el cuidado que la mujer hace de su propio cuerpo puede situarse en distintos grados de esfuerzo y de afán. Pero en todos los casos existe un elemento clave y que no miente, y ése es la piel.
El envejecimiento epidérmico
En primer lugar, la piel puede envejecer por culpa de la edad: con el tiempo, pierde tersura, se hace más flácida y se fragmenta con más facilidad. El deterioro también puede ser hormonal: los cambios hormonales favorecen a su vez cambios en los rasgos y la aparición de cupedosis (mejillas rojas).
Finalmente, según los hábitos de cada uno, la piel puede sufrir más o menos a lo largo de la vida y mostrar, a partir de un determinado momento, la severidad de las situaciones a las que ha estado expuesta.
Por ejemplo, las personas aficionadas a broncearse al sol durante muchas horas tienen muchas más probabilidades que las demás de acabar teniendo una piel algo más cuarteada y endurecida.
Métodos dermocosméticos.
Los métodos que existen en el mercado para compensar los procesos mencionados son muchos, y van de los más caseros a los más sofisticados y siguen criterios más o menos naturales según los casos.
En el caso de la dermocosmética, dos de los métodos más habituales son la práctica de rellenos con ácido hialurónico y el uso de la toxina botulínica como tratamiento complementario; pero de hecho, la manera de funcionar de la dermocosmética permite adaptar el uso de sus principios activos a la realidad y las necesidades de cada paciente.
Con todo, el uso de este tipo de productos exige un diálogo previo con el especialista con el objetivo de descartar la posibilidad de que se dén reacciones alérgicas posteriores.
La arruga y su toxina.
Las arrugas en el rostro se producen como consecuencia de una tensión prolongada o repetida en muchas ocasiones.
Es la marca permanente que resulta de muchas marcas momentáneas. Así, la acción de la toxina botulínica consiste, precisamente, en relajar la fibra muscular de la cara. Las sesiones de aplicación se repepiten de forma periódica durante un periodo cercano al medio año y suele ser un tratamiento con una amplia aceptación, ya que sus resultados pueden percibirse a las 48 horas.
El problema que presenta este tipo de tratamiento es el alto precio de las moléculas que se usan, lo que encarece el precio total.
Artículo obtenido en el Blog saludable