La deshidratación de la epidermis es una cuestión que suelen plantearse con más seriedad en las mujeres que empiezan a pasar la frontera de los 30 años de edad.
Sin embargo, también es cierto que algunos de los hábitos que mantenemos a lo largo de toda nuestra vida contribuyen en mayor o menor medida a la deshidratación de la piel del cuerpo. Se trata, en general, de una temática que conviene tratar porque en algunos casos, lo que está comúnmente aceptado como bueno difiere un poco de las recomendaciones médicas.
El jabón, la ducha y las diferentes partes del cuerpo.
Nos levantamos por la mañana, casi sin pensarlo nos metemos en la ducha, y una vez dentro reproducimos cada día los mismos gestos, aplicamos jabón en las mismas zonas, ponemos el agua siempre a la misma temperatura…
Romper la regularidad en una rutina que se realiza a una hora tan temprana puede parecer imposible, pero tal vez haya que esforzarse, ya que se trata de hacer algunos cambios para bien. Y es que, de hecho, no son tantas las personas que llevan a cabo esa operación diaria de un modo favorable para la hidratación de su piel. Por ejemplo, no mucha gente se lava la cara con jabón, cuando en realidad se trata de una de las zonas donde está más indicado realizar ese tipo de limpieza. En el rostro se produce una dosis considerable de grasa que se transmite a la superficie cutánea (y que, como sabemos, si se ve obturada puede producir acné). Por tanto, es bueno hacer cada día una limpieza prudente pero con jabón de la piel de la cara.
Lo que hemos dicho sobre la piel del rostro vale igualmente, aunque de modo inverso, para las zonas del resto del cuerpo donde la producción de grasa es menor. Así, por esta razón la aplicación diaria de jabón no está realmente indicada en brazos y piernas. En cambio, el hábito que muchas mujeres tienen de ponerse una crema hidratante o leche corporal en este tipo de zonas, es acertado. Además, es bueno no ducharse con agua demasiado caliente, porque hacerlo también contribuye a desengrasar la piel.
La piel, la salud y la comodidad.
La piel contiene una mezcla de agua y grasa que la mantiene lubricada y que le ayuda a repelir las posibles infecciones. Por tanto, una piel que presenta escamas o que está áspera es, aparte de un inconveniente estético, un potencial inconveniente de cara a la comodidad y a la salud.
Por ejemplo, es sabido que la piel reseca en los pies tiene más posibilidades de sufrir pequeños cortes, que pueden dolernos según el gesto que hagamos o por los cuales (en extremo) podríamos llegar a contraer algún tipo de infección. En el caso del rostro, si los labios se nos resecan, es bueno saber que tenemos que evitar humedecérnoslos con la lengua, porque al contacto del viento la piel llegará a irritarse y sólo conseguiremos empeorar la situación; lo mejor, pues, es aplicar un protector labial.
Estos consejos deberían ser seguidos de por sí; sin embargo, circunstancias como el paso del tiempo y la exposición a condiciones más agresivas (como el sol de la playa en verano) hacen muy recomendable que pongamos atención sobre unas costumbres de repetición diaria que al cabo del tiempo tienen un impacto en la calidad de nuestra piel.
La hidratación en los centros spa.
Si nos cuesta seguir los consejos que se dan de cara a la hidratación de nuestra piel, existen tratamientos por ejemplo en centros spa que proporcionan una hidratación intensiva de la piel y que pueden llegar a cubrir todo el cuerpo. Algunos de los elementos que se incluyen en estos tratamientos son hidratación de pies y manos, peeling con café y masaje de hidratación, elixires de vitaminas y circuitos personalizados de hidroterapia.
Artículo obtenido en el Blog saludable