La mayoría de los padres han consolado a su hijo después de una pesadilla ocasional. Pero si su hijo ha experimentado lo que se conoce como un terror nocturno, su temor era probablemente inconsolable, no importa lo que intentaste.
Un terror nocturno es un trastorno del sueño que parece similar a una pesadilla, pero con una presentación mucho más dramática. Aunque los terrores nocturnos pueden asustar bastante a los padres que los presencian, no suelen ser un motivo de preocupación ni el signo de un problema médico subyacente.
Durante una noche típica, el sueño se produce en varias etapas. Cada uno se asocia con una actividad cerebral particular, y es durante la fase de movimiento ocular rápido (REM) que ocurren la mayoría de los sueños.
Los terrores nocturnos ocurren durante el sueño no-REM. A diferencia de las pesadillas (que ocurren durante el sueño REM), un terror nocturno no es técnicamente un sueño, pero más probablemente una súbita reacción de miedo que ocurre durante la transición de una fase de sueño a otra.
Los terrores nocturnos suelen ocurrir de dos a tres horas después de que el niño concilie el sueño, cuando tiene lugar la transición desde la fase de sueño más profunda no REM a la más superficial de sueño REM, la etapa en que se producen los sueños. Por lo general, esta transición sucede con suavidad. Pero en ocasiones el niño se agita y se asusta y esa reacción de miedo es el terror nocturno.
Durante un terror nocturno, el niño puede sentarse erguido súbitamente en la cama y ponerse a chillar o gritar de angustia, retorcerse, actuar alterado o asustado y con la respiración y el corazón agitados. Después de unos minutos, o algo más, el niño se calma y se vuelve a dormir.
A diferencia de las pesadillas, que se suelen recordar, los niños no tienen ningún recuerdo de una noche de terror al día siguiente porque estaban en profundo sueño cuando sucedió y no hay imágenes mentales que recordar.
Los terrores nocturnos están provocados por una hiperactivación del sistema nervioso central durante el sueño. Algunos niños heredan una tendencia a esta hiperactivación; aproximadamente el 80% de los niños que tienen terrores nocturnos tienen un pariente que también los experimentó o bien que sufrió de sonambulismo (un tipo similar de trastorno del sueño) durante la infancia.
Los terrores nocturnos se han descrito en niños que:
- Están muy cansados, enfermos, estresados o fatigados.
- Están tomando medicamentos nuevos.
- Duermen en un entorno nuevo o lejos de su casa.
Un niño puede tener un episodio de terror nocturno aislado o varios antes de que este tipo de episodios desparezcan por completo. La mayoría de las veces los terrores nocturnos desaparecen solos conforme va madurando el sistema nervioso.
Los terrores nocturnos pueden alarmar bastante a los padres, que suelen sentirse impotentes al no poder consolar a sus hijos. La mejor forma de reaccionar ante un terror nocturno es esperar pacientemente a que pase y asegurarse de que el niño no se hace daño al agitarse. Generalmente los niños se tranquilizan y vuelven a la placidez del sueño al cabo de pocos minutos.
Es mejor no intentar despertar al niño durante un terror nocturno. Esos intentos no suelen funcionar y, en el caso de que funcionen, lo más probable es que, al despertarse, el niño se sienta desorientado y confundido, por lo que probablemente le costará más tranquilizarse y volver a conciliar el sueño.
Recomendaciones:
- Reduzca el estrés a que está sometido su hijo.
- Establezca y mantenga una rutina para antes de acostar a su hijo que sea simple y relajante.
- Asegúrese de que su hijo descansa lo suficiente.
- No permita que su hijo se canse demasiado estando levantado hasta tarde.