Depresión post-destete
Dejar de amamantar es una etapa que puede ser muy difícil de atravesar psicológicamente. Algunas madres lo ven como la pérdida de un fuerte vínculo, el fin de una complicidad única.
Tristeza, melancolía, ¿Qué me pasa?
Estabas dispuesta a destetar a tu pequeño y a pesar de ello te sientes superada por tus sentimientos. En primer lugar, debe saber que no eres la única que siente esta melancolía ante la idea de que su lactancia termine. Muchas madres pasan por un torrente de emociones durante esta transición. Físicamente, sabemos que causa una disminución de las hormonas, especialmente la oxitocina y las endorfinas. Además, también significa el regreso de la menstruación: si la hemorragia es intensa, puede provocar anemia y fatiga. Todo esto va acompañado de un posible trastorno psicológico. En la mente de muchas madres, dejar de amamantar significa el fin de una experiencia intensa y una relación especial, casi carnal. Hasta entonces, nosotras y el bebé éramos uno. Sentimos que le llevábamos todo, que satisfacíamos plenamente sus necesidades. A partir de ahora, tenemos que aceptar la idea de que se escapará un poco, crecerá. Todo sucedió tan rápido.
La intensidad de esta depresión también se acentúa por el contexto del destete. Si la lactancia materna se ha iniciado de forma deficiente, mal acompañada y se interrumpe antes de tiempo (antes de que el niño tenga tres meses), impuesta por circunstancias externas (sociales, médicas, profesionales...), de un día para otro, puede ser una ruptura que desestabiliza fuertemente a la madre. El final de la baja por maternidad señala muy frecuentemente el fin de la lactancia. Algunos profesionales de la salud o de la primera infancia nos aseguran erróneamente que será demasiado complicado seguir amamantando. Bajo esta presión, muchas mujeres se resignan a terminar la experiencia.
La transición del pecho al biberón es a menudo abrupta. Puede ir acompañado de dificultades de alimentación, porque encontrar la leche que el bebé tolerará, o alimentarlo con un biberón, puede ser difícil. La madre también puede dejar de amamantar de mala gana, sobre todo porque a los tres meses de edad la lactancia se había convertido en un verdadero placer. Algunos destetes son también el resultado de la torpeza, debido a la falta de conocimiento de la fisiología de la lactancia. Se aconseja a las madres que sustituyan una o dos tomas por biberones, lo que tiene un impacto significativo en su producción de leche. Entonces se sienten obligadas a parar cuando ven que su lactancia disminuye, mientras que un mínimo de apoyo podría haberlas ayudado a seguir amamantando. Y esto también se aplica en una situación de "huelga de lactancia", cuando el niño se niega a amamantar durante la noche cuando aún no tiene doce meses. Es importante saber que el destete natural no se produce antes de un año (se produce entre uno y seis años). El niño no es capaz de destetarse a sí mismo tan joven. Por lo tanto, es inexacto decir que es el niño quien ha decidido dejarlo.
Sentimientos de culpa
Frustración, sentimiento de fracaso, sentimiento de no estar a la altura, culpa ("No he podido alimentarlo durante mucho tiempo, no soy una buena madre"), sentimientos de despojo, agresividad, pasamos por un abanico de emociones cuando el final de esta experiencia suena. Esta tristeza está a menudo ligada al viaje de la madre. Dependiendo de su historia, puede sentirse rechazada por su hijo. Algunas madres prefieren que el fin de la lactancia materna sea iniciado por el niño, mientras que otras quieren decidir cuándo terminar la lactancia materna para poder anticiparse y aceptarlo mejor. En todos los casos, es un proceso de duelo que comienza, especialmente si es nuestra última lactancia. El destete también requiere creatividad. Hasta ahora, había un remedio "milagroso" para calmar al niño si había la más mínima dificultad. A partir de ahora, tenemos que reinventarnos y encontrar nuevos puntos de referencia. Y es aún más difícil cuando esto va acompañado de una agitación organizativa. Nos sentimos desfasados con lo que la sociedad nos exige, ya que estamos divididos entre los imperativos profesionales y los deseos maternales. ¡Observaciones como “¡Ya verás, te sentirás libre!" no es lo que queremos escuchar en este momento. En nuestra cabeza, todavía estamos en la burbuja reconfortante de la lactancia, lleva tiempo aceptar que seguimos adelante.
Destete ¿Cómo vivir mejor esta etapa?
Para el bienestar del bebé y de la madre, el fin de la lactancia materna merece ser lo más gradual posible. Eliminar las tomas de golpe es un poco brutal. Es mejor limitar la duración y complementar con leche artificial para permitir una disminución natural. De esta manera, el bebé tiene los nutrientes esenciales que necesita y evita problemas de congestión para la madre.
No te pongas una fecha límite. Asegúrate de que la transición sea suave y gentil, para que también puedas regular tus emociones más fácilmente y darte tiempo para aceptar esta parada. Para ayudarte, concéntrate en el tiempo libre personal: yoga, masajes, tratamientos faciales, ejercicio, ... Renueva el placer de cuidar de ti misma y de tu imagen como mujer y no sólo como madre. Cuídate yendo a la peluquería o comprando lencería para celebrar simbólicamente esta transición.
No dudes en confiar tus sentimientos y dificultades a quienes te rodean, asegurándote de elegir un oído comprensivo (por ejemplo, una amiga que pasó por esto no hace mucho tiempo). Y consigue ayuda de una consejera de lactancia si te sientes perdida, si la tristeza te abruma. Cuanto más apoyo tengas, antes se detendrán las emociones negativas para que puedas empezar a considerar una nueva relación con tu hijo. Diferente, ¡pero igual de rica en descubrimientos, amor y complicidad!
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