Niños: ¿cómo podemos estar de acuerdo cuando no tenemos la misma visión de la educación?
Cuando una pareja se convierte en padres, se encuentran dos visiones de la educación... y a veces se oponen. Cada uno tiene la intención de transmitir lo que ha recibido y lo que cree que es mejor. ¿Cómo reconciliar las dos educaciones y legar lo mejor a tu hijo?
Aunque a veces pensamos que el tema de la educación queda muy atrás, el hecho de criar a un niño trae a colación toda la educación que hemos recibido. A veces esto se juega inconscientemente: a pesar de nosotros mismos, se establecen ciertos reflejos. No quieres que tu hijo se ensucie demasiado, prefieres que camine descalzo en la medida de lo posible, no quieres que coma dulces o, por el contrario, lo dejas libre para que vea la televisión en familia... Hoy en dÃa, muchos padres confÃan en los libros de psicologÃa y en los consejos de los especialistas, pero no se puede inventar todo. La educación que hemos recibido es una base que sirve como punto de referencia constante. Nos basamos en estos fundamentos para escribir este nuevo papel de padres. Tantos principios que se enfrentarán a los deseos de la pareja. El enfrentamiento es inevitable, ya que todos venimos de dos culturas familiares y fuimos criados de manera diferente, incluso dentro de la misma familia. Ciertos principios de la vida están destinados a chocar. El reto es encontrar un consenso que ayude a resolverlos.
Sentar las bases desde el principio
Lo ideal es hablar de ello con suficiente antelación, para ver qué puntos pueden ser los más problemáticos. Una pareja puede funcionar maravillosamente, pero cuando se trata de la cuestión de los niños, pueden surgir enormes diferencias de opinión. Para anticiparse a estas oposiciones, se deben sentar las primeras bases de la educación antes y durante el embarazo, al mismo tiempo que el proyecto del niño. Las reglas de la vida diaria, el ritmo, la inversión en los niños, la escuela (la forma en que se reciben las notas, cómo se manejan los deberes...) son generalmente los puntos en los que se cristalizan los conflictos. Evidentemente se amplifican si ambos padres tuvieron una infancia extremadamente diferente (por ejemplo, por un lado, una educación muy estricta; por otro lado, una educación muy permisiva). La dificultad es también saber cómo evolucionar juntos. En la práctica, hay que adaptarse al niño que se tiene delante: es un cuestionamiento permanente y por lo tanto una conciliación incansable que hay que encontrar.
Enumerar lo que es importante
Se habrá entendido que imponer los principios educativos de uno sobre el otro y criticar la forma en que fue criado sólo genera conflicto. Más bien, si se quiere lograr una visión común de la educación, es necesario preguntarse qué es importante para cada persona. ¿Cuáles son los valores fundamentales (cortesÃa, relación con el dinero, respeto por los demás, etc.) que esperas transmitir a tus hijos? ¿Cuáles son los puntos en los que no podemos transigir y por qué razones? Si es necesario, debes ponerlo todo por escrito. Esta es la mejor manera de hacer que la otra persona entienda lo que es esencial para nosotros, lo que corresponde a nuestras necesidades parentales. Esta discusión es también una oportunidad para abrirse a la otra persona, para interesarse por su cultura familiar y comprender mejor cómo vivió su infancia y por qué quiere formar una familia o, por el contrario, huir de ciertos patrones de vida.
Una cuestión de compromiso
Para que las dos educaciones se unan, cada una debe entonces hacer un balance de la parte "negociable" de lo que pretende transmitir. Si ciertas cosas son inevitables, otras pueden relajarse para corresponder más estrechamente a los deseos de nuestra pareja. Es importante, por ejemplo, que tu hijo coma todo lo que hay en la mesa, mientras que a tu pareja le importa un bledo... ¿Quizás puedas encontrar un punto medio pidiendo a tu hijo que pruebe al menos tres bocados de todo (principio que será respetado por tu pareja), sin terminar a toda costa con todo lo que tiene en el plato?
Para que funcione, hay un terreno común y por lo tanto hay que encontrar flexibilidad entre los dos. La idea no es saber quién tiene razón o qué educación es la mejor, sino reunir todo lo que ha funcionado en ambas educaciones para mantener sólo la más rentable para nuestro hijo. SÃ, hay que hacer concesiones, pero ceder un poco de terreno también significa dar a la otra persona algo de libertad y dejarla ser el padre que puede ser.
No te contradigas delante del niño
Por supuesto, a pesar de estos debates previos, sucede regularmente que no estamos de acuerdo en la estrategia a adoptar. En este caso, hay que ser fuerte para no dejar subir el tono y contradecir a tu pareja. Cuanto más lo contradigas, más espacio le das al niño para jugar contra el otro ("¡Ves, papá, te dije que no lo hicieras asÃ!"). Es malo para la relación adulto-niño porque el niño no aprende a respetar el orden paterno. Es mejor resolver los conflictos después, entre adultos.
En lugar de entrar en un conflicto abierto delante del niño, es por lo tanto mejor dejar la discusión. O quitarle importancia al drama con humor. También recuerda que no es saludable ofrecer a tu hijo una muestra de enfado. Ver a sus padres objetar tiende a estresarlo o entristecerlo si se dejan caer palabras hirientes. Para su bienestar, es mejor aislarse o discutir esto más tarde, en privado.
No estés siempre de acuerdo
Finalmente, recuerda que no tienes que aparecer como un bloque unido en todas las circunstancias. Siempre y cuando estés de acuerdo con los puntos fundamentales de la educación, en detalle, también puedes mantener algunas reglas que son únicas para ti (por ejemplo, con mamá tienes que guardar tus juguetes inmediatamente, con papá puedes dejarlos un poco tirados. "El niño necesita esta diferencia". Rápidamente entiende que las reglas cambian dependiendo de con quién esté. Aprende que se pueden tener ideas diferentes, que en una pareja no siempre se está de acuerdo en todo, pero que se puede salir de un conflicto negociando y respetando a la otra persona. Esto desarrolla su inteligencia social, fortalece su adaptabilidad y lo enriquece para su vida futura.
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