Mantener un ojo avizor por cuanto respecta a las adicciones es responsabilidad tanto de la madre como del padre, y también de todos los adultos que se encuentran en el entorno del adolescente.
Los adolescentes son un colectivo de especial sensibilidad en lo que atañe a las adicciones, y ello por varias razones.
En primer lugar, están en una edad que les lleva a abrirse al mundo por primera vez, conociendo a personas nuevas en entornos que no dominan del todo; hablamos, por supuesto, del entretenimiento y la diversión nocturnas, que suele atraer y seducir al adolescente pero que éste enfrenta con la falta de experiencia propia del primerizo. En este contexto, la educación que se proporcione al adolescente sobre las adicciones es de vital importancia para que su proceso de apertura social se dé con todas las garantías para su salud.
Pero además, el adolescente se encuentra en una fase clave de su crecimiento físico, crecimiento que puede verse distorsionado por la irrupción de las adicciones.
Demasiado pronto para negarse.
Que los adolescentes son más vulnerables ante las adicciones es una afirmación casi de sentido común. El grado de madurez de la personalidad es un factor primordial a la hora de establecer los límites de lo que queremos ingerir y tomar, sobre todo si la sustancia en cuestión tiene un efecto placentero en un primer momento.
En este sentido, el American Journal of Psychiatry ha recogido varios artículos en los que se prueba que en la adolescencia, las regiones cerebrales encargadas de controlar los impulsos y las aficiones no están del todo formadas. En efecto, durante la adolescencia estos circuitos cerebrales se encuentran en proceso de cambio, y además el sistema neurológico de inhibición está menos maduro; como conclusión, no es extraño que la experimentación y el abuso sean riesgos reales.
Demasiado pronto para probar.
No es difícil encontrar ejemplos de estudios científicos que ponen de relieve la gravedad de los efectos que las drogas pueden tener sobre los adolescentes. Esto resulta más preocupante en las zonas de concentración urbana, donde el acceso a la droga es más sencillo. Por ejemplo, en los últimos años la ciudad de Madrid registró un aumento del consumo de cocaína que multiplicaba por tres los niveles de años anteriores.
De los estudios mencionados también se desprende que, si el cerebro de los adolescentes se encuentra en fase de neurodesarrollo, el consumo de determinadas sustancias adictógenas afectará a todas las áreas de funcionamiento del cerebro y tendrá un impacto más fuerte sobre sus motivaciones en el futuro. Dicho en otras palabras, las adicciones adquiridas en la adolescencia son más fuertes.
Un ejemplo: el alcohol.
- En 2007 se celebró en Madrid un seminario internacional sobre alcohol y daño cerebral. Estas fueron algunas de sus conclusiones:
- Uno de cada tres adolescentes que empiezan a beber a los 14 o 15 años serán alcohólicos en la etapa adulta.
- Si existen precedentes familiares de alcoholismo, el porcentaje aumenta hasta el 48%.
- Los adolescentes que consumen entre cinco y seis copas de alcohol el fin de semana retienen un 10% menos de información.
Bajo esta perspectiva, todo el apoyo educativo que pueda darse al adolescente en la prevención del alcoholismo, el tabaquismo y el consumo de otras drogas más duras es fundamental.
Artículo obtenido en el Blog saludable