Desde la autosuficiencia
del que goza de salud,
guardo siempre las distancias
con el enfermo.
Sin paciencia,
veo como esclavitud
silla de ruedas y cama
y las temo.
¡Qué lección de dignidad,
mantener una sonrisa,
a pesar del sufrimiento
y de las limitaciones!.
¡Qué prueba de libertad
ir repartiendo caricias,
compartiendo sentimientos,
y alegrar los corazones!.
¡Si yo pudiera aprender
a reir en el dolor
y a servir a los demás
aunque estuviera muriendo!.
¿Será posible tener
tan gran locura de amor
para no dejar jamás
de entregarme sonriendo?.
José García Velázquez
Miraflores de la Sierra, 3 de octubre de 2.007