persona mayor

Corría el año equis, ve, i, ¡oh,oh....!, parece que no se lee así, creo que esa clase me perdí. Bueno, sólo se que ha pasado mucho, muchos años, cuando esta historia ocurrió

Han contado las malas lenguas y ahora la mía lo repite, que en un viejo castillo vive, un gran Conde que algo esconde, que nadie nunca supo donde.

Tantas historias de desventuras, mucha intriga me causó, que por los caminos me envió, para ahora vivirlas yo.

¿Qué caminos debía tomar?

¿Qué castillos visitar?

¿Dónde podía buscar?

¿Qué esconde el Conde? y ¿Dónde?

A viejos historiadores acudí, viejos libros me leí, pero nadie supo explicar que le llevó al Conde a esconder lo que esconde.

No me di por vencido y ahora mares surcaré; capitanes y marinos contraté, para vivir aventuras, quizás éstas expliquen:

¿Qué esconde el Conde y dónde?.

En el barco ahora me encuentro, listo para zarpar sobre cubierta se escuchan gritos del capitán:

- ¡Icen velas, suelten amarras, encienda motores!

-¡BRUMMM... toc, toc, toc..., dije:

-¡Enciendan motores!

-BRUMMM... toc, toc, toc...- ¡BRUUUUMMMMM....! ahora si.

A surcar los mares, mis valientes marineros.

¡¡¡HURRAAAAAA!!!

En mi camarote me encuentro, volcando en un anotador, todo cuanto aconteció desde que el barco partió, en verdad lo único que he escrito, fue lo que volqué en el baño, gracias a los mareos, desde que zarpamos. El doctor me ha visitado, varias veces en el día, me ha dado unas pastillas, para el maldito mareo, espero que esto funcione, porque ya ni el baño veo.

Después de un largo sueño, la pastilla ha hecho su efecto, puedo continuar mis relatos de la búsqueda tan ansiada, ¿dónde se esconde el Conde? y ¿qué es lo que esconde?

Es de noche y todo en calma, en cubierta ahora me encuentro, acompañado de un paisaje, como extraído de cuentos.

El cielo, un negro mantel, salpicado de puntos blancos, la luna es tan gordota, parecida a mi tía Porota, y yo estoy aquí, soñando con lo imposible, encontrar al famoso Conde y preguntarle: ¿qué esconde?.

¿Será un gran tesoro, de joyas y esmeraldas?, ¿serán monedas de oro?, ¿serán monedas de plata?, quizás son desventuras, no contadas por vergüenza o tal vez un gran amor, que rompió su corazón.

Sólo se, que no se nada, sólo se que el Conde esconde, algo que todos se preguntan: ¿Dónde?

Mi primera noche terminó y en la cama ya me encuentro; ahora mis anotaciones cierro, esperando yo soñar, donde podré hallar: lo que esconde, el gran Conde.

Un grito estridente me despertó:

- ¡ISLA a la vista!

Cómo un rayo salté de mi cama y así, con pijama, corrí a cubierta preguntar: ¿que isla fue descubierta?

Sobre el horizonte divisé, un paisaje maravilloso, y en el instante pensé: ¿será que ahí se esconde el Conde?

- ¡Pronto..., suelten anclas!, ¡Bajen los botes!

Remando con mucha fuerza, nos dirigimos a la isla, con la ilusión de encontrar aquello que fuimos a buscar.

Al poner un pié en la isla, tuvimos que poner el otro, y fue ahí donde hallamos la pista que nos llevó, por el camino directo donde el Conde se escondió.

Con pasos aligerados, comencé a transitar, deseando pronto encontrar, el tesoro más preciado. Hasta que delante de mí, todo lo pude divisar... ¡ERA ÉL!, un viejito adorado, con carita de apenado, leía papeles viejos de un baúl arruinado.

Me acerqué y pregunté:

- ¿Qué esconde el Conde con tanta pena y donde?

Con voz entrecortada, él responde:

-El Conde no esconde, ni oro, ni plata, sólo esconde una pena desconsolada, de haber recibido cartas, devueltas por su amada.

- ¡Era eso!, lo presentía, porque las cartas eran de mi tía.

Autora: Bettina Rolón

Muchísimas gracias Bettina por enviarnos éste precioso cuento infantil.