Operación Navidad - Recursos educativos - Cuentos Navidad
Tanto escuchó Nicolás de la Navidad que se venía que comenzó a detallar los preparativos de las fiestas.
Observó cómo se adornaban e iluminaban cada vez más las calles, los comercios, los apartamentos, los edificios todos. Cómo hasta las personas parecían caminar, hablar y sonreír diferente.
Decidió, con sus amigos del edificio, esperar a su padre cuando regresara de su trabajo. Lo abordaron a la entrada, como un mes antes de la nochebuena.
- Queremos que esta Navidad no sea la de todos los años - le dijeron, sin más.
- ¿Qué sugieren?- les respondió el padre - No podemos gastar casi nada extra. Y los padres de ellos, creo, que tampoco. No deja de ser importante. El Niño Dios nació pobre y sería un homenaje recordarlo con las cosas más sencillas. Alguna buena nueva se nos ocurrirá entre todos.
Hablaron, discutieron. Anotaron y borraron muchas ideas. Así fueron concretándolas. Hasta elegir una.
Algunos pusieron en común parte de la mesada o la quincena; otros ahorraron del dinero de sus chucherías e idas al cine o al teatro; o se propusieron para lavar los carros de los vecinos y hasta cuidarles o pasearles sus mascotas. Nicolás, por ser el de la idea, decidió hacer todas.
Con lo obtenido compraron unas resmas de papel tamaño carta, unos pliegos de papel para regalos, adornados con dibujos de ramos de flores, y varias cartulinas de colores. Consiguieron pequeñas bolsas de plástico y algunos carretes de hilo blanco. Recogieron del parque varias piedrecitas del tamaño aproximado a una canica pequeña. Eran todos los materiales necesarios.
Con el papel de cartas y las hojas de papel para regalos hicieron cientos de hombrecitos y mujercitas de papel. Con las cartulinas, otros tantos avioncitos. Y, con las bolsas de plástico, el hilo y las canicas construyeron múltiples paracaídas.
Sobre cada avioncito, cada hombrecito y cada mujercita escribieron un breve mensaje de ternura, de humor o de amistad. Inventado por cada uno de ellos o conseguidos en libros de cuentos o poemas.
Fueron días y días de preparación silenciosa. El entusiasmo era tal que no se divirtieron en otra cosa. Cuidaron todos los detalles, incluida la seguridad de no informar a nadie, que no participara del grupo, de lo que tenían planificado. Era su más amoroso secreto.
Desde la mitad de la mañana del 24 de diciembre, el padre, nunca sabremos con cuál pretexto, solicitó la llave en la conserjería. Todos, por tandas y con el mayor cuidado, subieron a la azotea. La abuela de Nicolás les había preparado varias jarras de jugo natural, y se las alcanzó hasta allí. Su madre les llevó una bandeja de emparedados.
Acomodaron sus aviones. En algunos les pegaron hombrecitos y mujercitas como pilotos. Amarraron cuidadosamente el resto de los
hombrecitos y mujercitas a los paracaídas. Y aguardaron con la mejor de las paciencias.
A las doce en punto- bajo un sol radiante- descargaron hacia las áreas comunes sus mensajes de felicidad. Sin olvidar ninguno.
Hubo varios revuelos de pájaros, de mariposas, de murmullos.
Sonidos de aplausos y de risas.
Luego un silencio agujereado por los píos de los pequeños pájaros que habitan el parque de juegos. Y el ruido distante de los carros que atraviesan la avenida.
Todo pareció terminar ahí.
A mitad de la tarde, recibieron una citación para una reunión urgente con la Junta de Condominio. Adultos y niños.
Cuando llegaron, algo avergonzados, supusieron un regaño general. Aún sin comentarlo, todos lo asumirían. No faltaba ninguno de los participantes de la Operación Navidad. Y estaban todos los vecinos.
Al comenzar, el presidente de la Junta reseñó la lluvia de los aviones y paracaidistas, la sorpresa generada, los revuelos ocasionados, la lectura de los mensajes y- ¡oh, maravilla!- por haber logrado que todos nos dispusiéramos a pasar una Navidad diferente, solicitó el mayor de los aplausos.
Y, así fue como Nicolás, y todos sus amigos, comenzaron una Navidad diferente a la de todos los años.