Todos los padres hemos dicho en alguna ocasión algo así como “mi hijo es muy desobediente”.
Los niños pasan por muchas fases a lo largo de su crecimiento, y ello origina cambios en su conducta, cambios que a veces los padres no sabemos sobrellevar con la suficiente paciencia y entereza.
Lógicamente se deben diferenciar las edades, ya que no podemos abordar igual las rabietas de los dos años, la fase de autoafirmación de los 4 o los 6 años, o la edad adolescente.
Hoy nos centraremos en la fase de los 4 a los 8 años de edad, una fase de continuos cambios, una fase de autoafirmación de la personalidad. Por este motivo la conducta de los niños sufre muchos altibajos, pero los padres a veces simplemente lo vemos como rebeldía y falta de obediencia.
En la mayoría de las ocasiones esas situaciones difíciles pueden mejorar si los padres examinamos nuestro modo de actuar con nuestros hijos.
Errores que solemos cometer los padres:
- Dar varias órdenes a la vez: “lávate las manos, recoge tus juguetes y siéntate a comer”. Los niños suelen estar distraídos jugando, a sus cosas, y si de repente les abrumamos con tantas cosas, es posible que se confundan.
- Órdenes contradictorias. Como les hablamos y a veces parece que no escuchan al final podemos decirles varias cosas que son contradictorias y conseguimos que el niño no haga ni lo uno ni lo otro.
- Si al final obedece pero no lo hace como esperábamos, también se le regaña. Esto hace que el niño se frustre ya que no hay ningún tipo de recompensa, ningún refuerzo.
Cómo podemos mejorar nuestra actitud:
- Pedir las cosas de una en una, asegurándonos que nos está escuchando y que no está distraído.
- No hablarles con un tono tajante, es mejor decirles las cosas con un tono relajado y cariñoso. Se puede ser firme y al tiempo amable.
- Evitar los gritos y hablarles despectivamente.
- Reforzarles cuando obedecen y cumplen con sus tareas. Unas palabras cariñosas, un beso, un abrazo, para ellos es suficiente.
¿Y si no obedecen?:
- Darles tiempo para que hagan lo indicado.
- Debemos hacerles saber las consecuencias de su falta de colaboración, pero no es necesario amenazarles.
- No amenazarles con cosas que sabemos no cumpliremos, o castigos desproporcionados. Por ejemplo, si tarda en lavarse las manos, no podrá comer, y si tarda más en comer, bajará más tarde al parque, o sencillamente no le dará tiempo a bajar. No es un castigo, si él elige lavarse antes las manos, le dará tiempo a hacer todo aquello que le guste. Si no lo hace, se le pasará el tiempo y no podrá hacerlo.
- Si el niño no obedece, los padres no deben hacer la tarea indicada.
Es muy importante que los padres analicemos nuestro comportamiento. Si nosotros mejoramos, conseguiremos que nuestros hijos se comporten mejor. Recordemos la importancia del refuerzo positivo, de no gritar, de mantener la calma y de explicar a los niños las consecuencias de un comportamiento inadecuado.