Recursos Educativos 1º de la Eso - Velocidad Lectora
Recursos educativos - Fichas didácticas
Lee el texto en voz alta, con ritmo y entonación.
La máquina del tiempo
-Bien, ¿y qué? -dijo el Psicólogo.
-Este pequeño objeto -dijo el Viajero a través del Tiempo, acodándose sobre la mesa y juntando sus manos por encima del aparato- es sólo un modelo. Es mi modelo de una máquina para viajar a través del tiempo. Advertirán ustedes que aparece singularmente ambigua y que esta varilla rutilante presenta un extraño aspecto, como si fuese en cierto modo irreal.
Y la señaló con el dedo.
-He aquí, también, una pequeña palanca blanca, y ahí otra.
El Doctor se levantó de su asiento y escudriñó el interior de la cosa.
-Está esmeradamente hecho -dijo.
-He tardado dos años en construirlo -replicó el Viajero a través del Tiempo.
Luego, cuando todos hubimos imitado el acto del Doctor, aquél dijo:
-Ahora quiero que comprendan ustedes claramente que, al apretar esta palanca, envía la máquina a planear en el futuro y esta otra invierte el movimiento. Este soporte representa el asiento del Viajero a través del Tiempo. Dentro de poco voy a mover la palanca, y la máquina partirá. Se desvanecerá, se adentrará en el tiempo futuro, y desaparecerá. Mírenla a gusto. Examinen también la mesa, y convénzanse ustedes mismos de que no hay trampa. No quiero desperdiciar este modelo y que luego me digan que soy un charlatán.
Hubo una pausa aproximadamente de un minuto. El Psicólogo pareció que iba a hablarme, pero cambió de idea. Entonces el Viajero del Tiempo adelantó su dedo hacia la palanca.
-No -dijo de repente-. Déme su mano.
Y volviéndose hacia el Psicólogo, le cogió la mano y le dijo que extendiese el índice. De modo que fue el propio Psicólogo quien envió el modelo de la Máquina del Tiempo hacia su interminable viaje. Vimos todos bajarse la palanca. Estoy completamente seguro de que no hubo engaño. Sopló una ráfaga de aire, y la llama de la lámpara se inclinó.
Una de las bujías de la repisa de la chimenea se apagó y la maquinita giró en redondo de pronto, se hizo indistinta, la vimos como un fantasma durante un segundo quizá, como un remolino de cobre y marfil brillando débilmente; y partió…, ¡se desvaneció! Sobre la mesa vacía no quedaba más que la lámpara.
Todos permanecimos silenciosos durante un minuto.
-¡Vaya con el chisme! -dijo Filby a continuación.
El Psicólogo salió de su estupor y miró repentinamente debajo de la mesa. Ante lo cual el Viajero a través del Tiempo rió jovialmente.
-Bueno, ¿y qué? -dijo, rememorando al Psicólogo. Después se levantó, fue hacia el bote de tabaco que estaba sobre la repisa de la chimenea y, de espaldas a nosotros, empezó a llenar su pipa.
Nos miramos unos a otros con asombro.
-Dígame -preguntó el Doctor-: ¿ha hecho usted esto en serio? ¿Cree usted seriamente que esa máquina viajará a través del tiempo?
-Con toda certeza -contestó el Viajero a través del Tiempo, deteniéndose para prender una cerilla en el fuego. Luego se volvió, encendiendo su pipa, para mirar al Psicólogo de frente […]. Es más, tengo ahí una gran máquina terminada -y señaló hacia el laboratorio-, y cuando esté montada por completo, pienso hacer un viaje por mi propia cuenta.
-¿Quiere usted decir que esa máquina viaja por el futuro? -dijo Filby.
-Por el futuro y por el pasado…, no sé, con seguridad, por cuál.
H.G. Wells, La máquina del tiempo
Enviado por Marta, Maestra