Recursos educativos - Cuentos para niños
Videocuentos - Cuento del Zapatero, Tortuguina y Rapidin - Cantajuegos
Hubo hace mucho, mucho tiempo, un zapatero.
El hombre, aunque ya estaba muy viejito y cansado, pasaba todo el día fabricando zapatos, para todos aquellos que llegaban a su modesto taller.
Zapatos pequeños, zapatos gigantes, en fin, toda clase de zapatos. Y esto podía hacerlo gracias a una canción, que una vez le enseñó un duendecito y que decía más o menos así:
Envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
zapatero a remendar los zapatos sin parar
zapatero a remendar los zapatos sin parar
El zapatero cantaba esta canción al tiempo que cosía, y según cómo la cantara podía fabricar cualquier tipo de zapato.
Fue así, que una tarde mientras dormía su siesta, alguien golpeó a su puerta como si usara una calabaza. Al rato otro golpe y así sucesivamente, que forma tan extraña de llamar pensó el zapatero. Y entre dormido y preocupado fue hasta la puerta y buscó con la mirada a quien había llamado. Grande fue su sorpresa, cuando al mirar hacia abajo se encontró con una enorme tortuga, era doña tortuguina.
-¡Ay zapatero! que vida difícil la mía, llego tarde a todos los sitios. Cuando ya no hay comida en las fiestas, cuando no hay más flores en los jardines y cuando el río se ha secado.
-¿Y cómo puedo ayudarte yo? Zapatos para tortugas nunca he hecho.
-¿Pero tú no cantabas una canción que te enseñó un duendecito?
-Es verdad, si la canto normal me salen zapatos normales, pero si la canto rápido, muy, muy rápido, quizás...
El hombre se puso manos a la obra y empezó a cantar.
Envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
zapatero a remendar los zapatos sin parar
zapatero a remendar los zapatos sin parar
Efectivamente le quedaron unos zapatos rapidísimos. La tortuga se los calzó y comenzó su veloz marcha.
-Adiós zapatero, muchas gracias, adiós.
El zapatero se sintió feliz de a ver ayudado a Doña Tortuga. Y decidió dormir otro ratito de siesta antes de volver al trabajo. Apenas logró dormirse cuando creyó oír algo, pero se volvió a dormir, ya que los golpes sonaron muy rápidos y pensó que eran parte de un sueño. Otra vez los golpes, pero esta vez muy, muy rápido. ¿Quién será tan apurado? Un enorme susto se pegó cuando vio a una liebre correr y saltar por todos lados, como si llevara el fuego en el cuerpo.
-Hola zapatero, soy la liebre Rapidín y necesito urgentemente su ayuda.
-¿Pero qué es lo que te ocurre?
-Es que soy muy veloz y llego antes de tiempo a todos los sitios, a las fiestas cuando no hay invitados, a los jardines cuando aún no han nacido las flores y a bañarme en el río cuando aún faltan meses para la lluvia. Pobre de mí, siempre tan sola por llegar antes de tiempo.
-Bueno, no llores Rapidín es que no sé cómo puedo yo ayudarte si soy un viejo cansado y hago todo muy lento.
-Justamente yo escuché por ahí algo acerca de un duendecito y una canción.
-¡Es verdad!, la canción. La canto muy rápido me salen zapatos veloces, tal vez si la canto lento... Bueno, mira, voy a intentarlo, pero no se qué saldrá.- Dijo el zapatero y se puso manos a la obra.
Envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
zapatero a remendar los zapatos sin parar
zapatero a remendar los zapatos sin parar
Efectivamente, le quedaron unos zapatos lentísimos. Rapidín se los calzó y muy contento se fue.
-¡Adiós y gracias!
Y esa era la vida del zapatero al que siguieron viniendo muchos más personajes, pero ese, es otro cuento.