Cuentos para niños dÃa de la paz - La Paloma Mari Paz
La luna grande y redonda, como una pelota de plata, brillaba en lo alto del cielo. Esa noche hacia tanto calor en la selva que el mono Tono no era capaz de coger el sueño. Harto de dar vueltas en su rama, bajó a la laguna a darse un baño.
-¡Vaya! –Exclamó al asomarse a las aguas tranquilas- ¡Una tarta de nata! ¿Qué rica! Me la voy a comer entera yo solito.
En ese momento pasaba por allà la elefanta Amaranta, dispuesta a llenar su trompa de agua para darse una refrescante ducha. Cuando Amaranta vio al monoTono preparado para hincarle el diente a una enorme tarta de nata que flotaba en mitad de la laguna, se puso a barritar:
-¿Cómo te atreves, mono mamarracho? –Le gritó levantando la trompa-. Esa tarta será para mÃ.
-Y ¿por qué? –Le preguntó enfadado el mono Tono- La tarta es mÃa: ¡yo la vi primero!
-¡Ah!, no, no, ni hablar. Es mÃa porque soy la más fuerte de la selva. Y si no estás de acuerdo, emplearé toda mi fuerza contra ti y te haré papilla.
El mono Tono, atemorizado, decidió volverse a su rama.
La elefanta Amaranta iba a empezar a darse un atracón de tarta de nata, cuando acertó a pasar por allà el león Ramón.
-Uy, qué sed tengo –se dijo Ramón-. Voy acercarme a la laguna para beber su agua fresquita.
Pero al llegar a la orilla, vio a la elefanta Amaranta a punto de ponerse como el quico.
-¿Cómo te atreves, elefanta sin seso, a comerte un tarta sin mi permiso? Esa tarta es mÃa.
-Pero, ¿por qué? –se atrevió a preguntar la elefanta.
-Pues porque soy el rey y todo lo que hay en la selva me pertenece. Y si te atreves a rechistar, utilizaré mi poder para expulsarte de mi reino.
Impresionada por el brillo de la corona real, la elefanta no se atrevió a decir ni mu y decidió alejarse.
El león estaba ya relamiéndose de gusto y abriendo sus fauces para engullir de un solo bocado la enorme tarta. En ese preciso instante salió del agua la hipopótama Pótama, que se estaba dando su baño nocturno.
-¿Cómo te atreves, león presuntuoso? Esa tarta es de mi propiedad.
-Pero, ¿por qué? –Rugió el león-. Yo soy el rey de la selva.
-Tú serás todo lo rey de la selva que quieras, pero en esta charca la que manda soy yo. Y si me robas lo que está en mi territorio, no te dejaré que te vuelvas a acercar a beber ala laguna.
El león sabÃa que el agua era muy importante para poder vivir. Asà que pensó que lo más prudente era marcharse por donde habÃa venido.
La hipopotama Pótama, dando un berrido espeluznante, se metió en el agua de nuevo para comerse la tarta. Más no pudo hacerlo, porque oyó los gritos de protesta de la urraca Paca que volaba alrededor de la laguna:
-¿Cómo te atreves, hipopótama insensata? Esa tarta tiene que ser mÃa.
-Pero...¡hip!, ¿por qué? –preguntó la hipopótama con un ataque de hipo.
-Pues porque soy el animal más rico de estos contornos y puedo comprarlo todo con mis riquezas. ¿A que no podrás resistirte a darme la tarta a cambio de este puñado de piedras brillantes? –le propuso la urraca, mostrándole un montón de rubÃes, esmeraldas y diamantes.
Al ver tanta riqueza, a la hipopótama se le encendieron los ojillos de codicia. Sin perder ni un segundo, Pótama cogió las piedras preciosas y salió corriendo.
Entre tanto, con tanta discusión y tanto ir y venir de animales, se habÃa hecho de dÃa. La luna se habÃa marchado a dormir y, en su lugar, lucÃa un gran sol amarillo. Cuando la urraca se lanzó sobre la laguna para darse un festÃn, se dio cuenta de que...¡la tarta habÃa desaparecido!
-¡Eh!, tú, hipopótama Pótama, ven aquà ahora mismo. Seguro que has sido tú la que te has comido la tarta.
-¡Ah!, no, ni hablar, yo no he sido –contestó indignada la hipopótama. Seguro que ha sido el león Ramón.
-Pero, qué dices, si yo ni siquiera la he probado –se defendió el león-. Seguro que ha sido la elefanta Amaranta.
-¡¿Cómo?! ¡Que yo me he comido la tarta! Serás mentiroso. Yo no como tarta de nata desde que era pequeña. Seguro que ha sido el mono Tono.
-¡¿Yo?! Como voy a comérmela yo, si llevo un montón de tiempo subido en mi rama escuchando vuestros gritos. Seguro que ha sido la urraca Paca.
Y asÃ, echándose la culpa y discutiendo sin parar se pasaron horas y horas hasta que volvió a hacerse de noche.
-Mirad –gritó el mono Tono-. La tarta vuelve a estar en medio de la laguna
Al verla, todos los animales se abalanzaron sobre ella, pero cuando fueron a morderla, sólo consiguieron darse un buen coscorrón y llenar sus bocas de agua del lago.
-¿Qué es esto? –Vociferaron indignados- ¿Adónde ha ido a parar?
Un risa alegre, que tintineaba como una campanilla, llamó la atención de los animales. Era la paloma Mari Paz que lo habÃa visto todo desde el cielo.
-Ji, ji, ji, ji, ji –reÃa divertida Mari Paz-. ¿Pero no os dais cuenta de que la tarta de nata no es más que la luna llena que se refleja en la laguna?
Menudo chasco se llevaron Tono, Amaranta, Ramón, Pótama y Paca. Tanto tiempo discutiendo para eso.
A la paloma Mari Paz le dio mucha pena ver sus caras de decepción.
-Venid conmigo –les dijo— Os voy a invitar a pastel de chocolate, lo he cocinado yo misma esta mañana.
-Pero... ¿por qué? –Le preguntó el mono Tono- ¿Es tu cumpleaños?
-¡Oh!, no, no es mi cumpleaños, ni mi santo, ni nada de eso. Es que estoy convencida de que compartiendo las cosas, se disfruta más de ellas. Y yo voy a disfrutar mucho más de mi pastel si lo comemos todos juntos.
Y alrededor de la laguna, mirando la luna de plata, aquella pandilla de animales se lo pasó de maravilla comiendo pastel de chocolate y riéndose sin parar.
Después de mucho comer, aprendieron de este encuentro que compartir y ofrecer hace coquillas por dentro.
Este Cuento lo envió Jesús L.