Recursos educativos - Cuentos infantiles
Historias del Sol
Cierto día el viento, que viaja por todo el mundo, la lluvia, que cae en todas partes, y el Sol, que alumbra a todos los hombres, contaban sus historias. Y esto es lo que contó el Sol:
Volaba un cisne por el cielo claro, y los rayos del Sol hacían que las plumas del ave relucieran como el oro. Una pluma cayó, y como en ese momento el cisne volaba sobre el mar, la pluma se posó sobre la cabeza de un joven marino. Al poco tiempo, el muchacho se había convertido en un rico comerciante y pudo comprar sus propios barcos.
Más tarde, otra pluma cayó sobre un prado lleno de árboles, y arrancó una hoja de un árbol. La hoja cayó sobre un niño, y en sus manos se convirtió en un libro. Tantas cosas aprendió aquel niño en ese libro y en otros que leyó después, que llegó a ser uno de los más grandes savios del mundo.
Luego, el cisne se posó para descansar en un lago plácido y oscuro que estaba en medio del bosque, rodeado de hermosas flores. Una pobre mujer, que recogía leña, vio que el cisne, tras haber descansado, levantaba vuelo. Se acercó al lago y descubrió un huevo de oro. La mujer lo guardó y lo llevó a su casa. Ella sentía que algo vivo latía en ese huevo.
Y tenía razón: la cáscara se rompió, y del huevo salió un pequeño cisne, en cuyo cuello había tres anillos dorados. Como la pobre mujer tenía tres hijos, le dio un anillo a cada uno de ellos, y les ordenó que los guardarán para siempre.
Por cierto -siguió contando el Sol-, eran tres anillos mágicos, y así como una pluma del cisne había convertido a un joven marino en rico comerciante, y la otra a un niño en un sabio, también los tres anillos marcaron el destino de los tres hijos de aquella mujer. El primero de los hijos corrió al prado, recogió un puñado de flores y las estrujó contra el anillo. Poco después se había convertido en un pintor, el mejor de su país.
El segundo de los hijos sujetó fuertemente el anillo contra su boca, y sintió un sonido que venía de su corazón. Sus pensamientos y sus sentimientos se convirtieron en música. Llegó a ser un gran compositor, y muchos hombre y mujeres lloraron y rieron al escuchar sus obras musicales.
El tercero de los hijos era débil y enfermizo, había que cuidarlo mucho, y a veces otros niños le pegaban. Pero por cada golpe que le daban -dijo el Sol- yo le daba mil besos. Y entre golpes y besos se hizo poeta, y sus palabras volaron como doradas mariposas, símbolo de la inmortalidad. Eso contó el Sol.
Hans Christian Andersen
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