Cuentos para Halloween - La Bruja Maruja Perdió una Aguja
En un espeso bosque donde los animales eran completamente libres, donde el hombre nunca ha puesto un pié, por lo tanto tampoco el otro, existía una bruja, extraordinariamente hermosa, eso contaba la leyenda del ciego que vivía bajo el sauce llorón.
Un día, de esos que no sabes que hacer, salí en busca de esa belleza. Caminé por varios días, tratando de imaginármela; a veces era rubia y de ojos celestes, de piel tan blanca que se confundía con la luna, otras veces era morocha, de ojos tan negros como la noche.
Por fin llegué a las puertas del bosque, quedé helado ante la inmensidad de esos árboles, el verde predominaba, hasta que divisé un valle regado de coloridas y variadas flores, desde ese momento, la leyenda del ciego comenzó a vislumbrarse en mi mente.
Me recosté bajo la sombra de un árbol, el silencio reinaba, pero lo interrumpió una voz; desperté sobresaltado pensando que fue un sueño, y volvió a hablar:
- Hola, ¿lindo día, no?
Miré hacia todas partes buscándola, entre las hierbas, detrás de un arbusto, hasta que me avivé y miré hacia arriba; sobre una rama un papagayo de colores tan bellos, parecía pintado por manos mágicas, entonces le hablé:
- Hola, si... bello día, un poco caluroso, pero... se está bien.
- Desde aquí se está mejor – contestó. Veo que descansabas, ¿buscas algo en el bosque?.
Tuve un poco de miedo, me parecía loco estar charlando con un pájaro, pero decidí contarle qué me trajo hasta aquí, quizás el podía ayudarme, que locura ¿no?.
Mi relato terminó, se hizo un silencio y pensé:
- ¿Que estoy haciendo? Este bosque me está enloqueciendo, hasta hablo con los pájaros
Luego el papagayo, como si hubiese estado pensando, dijo:
- Vas por buen camino, la leyenda del ciego es cierta, hasta el mudo la cuenta para que el sordo la escuche.
Lo que decía este pájaro, nada tenía sentido, pero algo en mi interior no permitía que abandonara mi búsqueda. Seguí las instrucciones del papagayo, pero la noche me atrapó, comencé a prepararme para dormir, cuando de un agujero salió un conejo ofreciéndome una cálida y cómoda cama.
Esto había colmada mis expectativas, hablé con un papagayo y ahora iba a dormir en una conejera, ¡Dios!, creo que esto nadie me lo va a creer.
Al alba me despertó el rico aroma del café recién preparado, pensando que estaba en casa, me dirigí hacia la cocina, ¡OH! sorpresa, nada era sueño, seguía allí, doña coneja preparaba el desayuno, ricas tostadas, soufflé de zanahorias, jugo de zanahorias y un rico café; me invitó a sentarme.
- Por favor, desayune, le espera un largo día, don papagayo ya nos contó lo que busca, esperamos que tenga suerte.
Desayuné en silencio, tratando de acomodar mis ideas, como no pude, acomodé mis cosas y con mucho respeto agradecí y me despedí de la familia Conejín.
La mañana estaba fresca, daba gusto caminar, el aroma de las flores se confundían con el aroma de los eucaliptos. No llevaba el tiempo que caminaba, pero me pareció bastante. Ante mí, divisé dos caminos, por lo tanto me detuve a pensar cual iba a tomar.
Como un loco, ya perteneciente a este loco bosque, busqué a mi alrededor algún ser a quien preguntar, pero me encontraba sólo, entonces decidí que era un buen momento para descansar.
Me saqué la mochila, bebí un poco de agua y a lo lejos comencé a escuchar un canto, más dulce que el de las sirenas, pero tan envolvente, cerré los ojos tratando de guiar a mis oídos, pero era como si viniera de todas partes, me puse de pié, tomé mi mochila decidido a continuar por cualquier camino, hasta que una voz me detuvo:
- Detente, nunca te guíes por tus impulsos.
- ¿Quién eres?, ¿no te puedo ver?
- ¿También tu eres ciego? –dijo saliendo de entre las malezas.
- No, -conteste- pero tú... tú eres el ciego, ¿cómo puedes saber lo que iba a hacer?.
- Aquí todo se sabe, ¿buscas a la bruja? Cierra tus ojos, no escuches a tu corazón, sólo camina.
Cerré los ojos, traté de no oír nada, tuve mucho miedo, sentí una brisa fresca sobre mi rostro, no quise abrir los ojos, pero caminar ya no era lo mismo, me sentía flotar.
El canto resonó más fuerte aún, lentamente fui abriendo mis ojos y la vi, rodeada de una mágico mundo, de telas, agujas, lanas,de colores infinitos, era verdaderamente hermosa, ¿describirla?, imposible, ya nadie me creería.
Me fui acercando muy lentamente, era casi un laberinto, temía enredarme con los hilos, las lanas, ensuciar las telas, no se, hasta pincharme con alguna aguja.
Después de tantos saltos y esquivos llegué a ella; imagínensela: algo más bello que un ángel, más dulce que el néctar, más brillante que el sol, tan tierna como tu mamá, no se, un consejo, usa tu imaginación.
Le hablé, lo más suave que pude:
- Hola.-la voz me tembló.
Ella elevó su cabeza y sin dejar de cantar, me miró, sobre su rosada mejilla una lágrima en forma de perla, iba resbalándose.
- ¿Qué sucede, dulce ángel? –dije suavemente.
Ella calló su canto y me habló:
- He perdido mi aguja más preciada, es de oro y esmeralda, ¿cómo podré tejer más flores para mi bosque? –y continuó con su canto.
Comprendí que cantaba de dolor y fue tal mi desesperación, que comencé a buscar una aguja en un pajar, intenté no enredar el rojo con el azul, pero pisé el amarillo que fue a parar a la punta del rastrillo, caí, una tela tapó mis ojos quise sacármela y volví a tropezar con los hilos del telar, tal alboroto armé, que de golpe me pinché, cuando grité del dolor, ella muy feliz sonrió, pues en mi cola se prendió la aguja que perdió, ahora si la escuché cantar con alegres melodías.
El dolor aún me dura, eso si, del alboroto que había armado un gran arco iris se formó, ella con un beso me agradeció, sin decirme palabras.
El bosque de la bruja Maruja que el ciego vio, la leyenda que cuenta el mudo para que el sordo escuche, es de pura verdad, mientras tengas magia en tu corazón; sólo ten cuidado cuando usas el costurero de mamá, fíjate bien donde pones las agujas o te costará sentarte por un laaarrrgo rato.
Muchísimas gracias Bettina por enviarnos éste precioso cuento infantil.
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