La Villa de Los Realejos, con una superficie de 57,5 Kilómetros cuadrados, encierra entre sus límites una gran variedad de atractivos que aún permanecen desconocidos para la inmensa mayoría. Como casi todos los municipios de Tenerife posee elevada pendiente en sentido norte ‑ sur, y se encuentra cruzado en el mismo sentido por diversos barrancos, algunos muy profundos, que han configurado de tal manera sus poblaciones históricas.
Basándonos en su riqueza natural es uno de los municipios más privilegiados de la isla, algo que se pone de manifiesto en el hecho de que casi el 50 % de su suelo está protegido por las leyes ambientales.
Entre las figuras de protección presentes en el municipio destacan el Parque Nacional del Teide, El Parque Natural de la Corona Forestal, los Paisajes Protegidos de Los Campeches, Tigaiga y Ruíz y de la Rambla de Castro, el Monumento Natural de la Montaña de los Frailes y el Sitio de Interés Científico de Barranco Ruíz.
La rica diversidad de ecosistemas que ofrecen estos espacios protegidos constituye un atractivo y único escenario para el desarrollo de actividades en contacto con la naturaleza. Recorrer y visitar la extensa red de senderos que intercomunica estos espacios se convierte en una actividad obligada para todo aquel turista o residente que quiera disfrutar y aprender de su naturaleza.
Además de estos seis espacios naturales protegidos, la costa de Los Realejos está plagada de recoletas calas de arena negra, sus fiestas arrastran tradiciones celosamente guardadas durante siglos y el carácter amable de sus gentes es un signo inequívoco de la nobleza de un pueblo que siempre está abierto al abrazo de sus miles de visitantes.
Los Realejos es un municipio que sigue enraizado en los valores tradicionales de la cultura rural, que no se resigna a perder sus señas de identidad, pese al progreso, combinando lo bueno del pasado con lo mejor del presente, lo que le hace presumir de ser posiblemente el municipio más festivo de España, con cerca de 80 celebraciones y festividades que se desarrollan anualmente, siendo Mayo, Julio y Agosto los meses con mayor actividad.
Hay dos hechos históricos relevantes que han dado fama y prestigio a Los Realejos. El primero, haber sido cuna del ilustre polígrafo canario José de Viera y Clavijo (Los Realejos, 1731 - Las Palmas de Gran Canaria, 1813). Y el segundo, haber tenido lugar en su territorio la rendición de los aborígenes de la isla y la definitiva incorporación de Tenerife y de las Islas Canarias a la Corona de Castilla en 1496.
La historia de Los Realejos se remonta a la época de la ya mencionada conquista, hace algo más de 500 años. La división del municipio en dos zonas, Realejo Alto y Realejo Bajo, responde a la posición estratégica que ocuparon el ejército castellano y los aborígenes. Con respecto a este hecho Viera y Clavijo nos dice: "esta famosa posición de ambos ejércitos dio desde entonces nombre a aquel territorio, de manera que el paraje donde se hallaban los conquistadores se llamó Realejo de Arriba, y el que ocupaban los guanches, Realejo de Abajo".
Estos dos municipios constituyeron históricamente desde su fundación, a raíz de la incorporación de Tenerife a Castilla, dos entidades locales bajo la jurisdicción de La Laguna, hasta que en el siglo XIX y acogiéndose al Decreto de Las Cortes de Cádiz del 23 de Mayo de 1812, se constituyeron como dos ayuntamientos independientes, en base a las jurisdicciones parroquiales y a la Junta creada en 1778 que los desvinculaba del núcleo principal del que venían dependiendo.
El 18 de Marzo de 1952 las dos Corporaciones Realejeras, ostentando la alcaldía del Realejo Alto D. Nicolás González del Carmen y la del Realejo Bajo D. Oscar González Siverio, acuerdan iniciar el expediente de fusión y elevar la correspondiente propuesta al Consejo de Ministros para obtener su resolución favorable. Y así, el día 6 de Enero de 1955 aparece en el Boletín Oficial del Estado el Decreto por el que se accede a la fusión de oficio de ambos municipios en uno sólo, el de Los Realejos. Un hecho histórico del que ya han transcurrido cincuenta años.
Testigo de un pasado esplendoroso, Los Realejos contó con un patrimonio histórico‑artístico de notable importancia, fruto de su riqueza económica, del asentamiento de comerciantes y de la actuación de las órdenes religiosas y de la propia Iglesia. En la actualidad aún conserva importantes vestigios históricos de notable interés arquitectónico, tanto en edificios religiosos como civiles. Entre los primeros destacan las iglesias de Santiago Apóstol (1496), la Concepción (1512) y otras pequeñas iglesias y ermitas de los siglos XVI y XVII, como las de Tigaiga, La Cruz Santa, Icod el Alto y la Gorvorana, situadas en diferentes barrios del municipio.
La nota más destacada de la arquitectura civil está presente en la Hacienda de Los Príncipes, residencia del Adelantado Alonso Fernández de Lugo, conquistador de la isla, donde creó un importante ingenio de caña de azúcar que fue el primer cultivo introducido en esta zona. Con el tiempo a este cultivo le fueron sucediendo otros, debido principalmente a las especiales condiciones climatológicas y a la fertilidad de nuestro suelo, como viñas, barrilla (para la extracción de sosa), y cactus de la cochinilla, hasta llegar a lo que hoy en día son sus cultivos más arraigados, el plátano, las papas, una vez más la viña y las flores.
También existen otros ejemplos muy valiosos de la arquitectura tradicional canaria en las haciendas de la Era, la Pared, el Cuchillo, la Coronela, el Jardín, etc.
Iglesia de Santiago Apóstol
Tras la finalización de la conquista los castellanos habiendo ofrecido a Dios edificar una iglesia bajo la invocación del Apóstol Santiago, en memoria de la rendición del mencey Bencomo, (rey guanche que encabezó la resistencia contra las tropas castellanas en lo que fue el último reducto aborigen del archipiélago), conseguida el 25 de Julio de 1496, echaron muy pronto los cimientos de la misma y se aplicaron a construirla "con la magnificencia que la edad y el tiempo permitían". De esta manera se pudo bendecir el primer templo cristiano con que contó Tenerife, la actual iglesia de Santiago Apóstol en el Realejo Alto, en cuya tosca pila, y según una antiquísima tradición seguida por el poeta Antonio de Viana y los historiadores Juan Núñez de la Peña y José de Viera y Clavijo, recibieron las aguas bautismales los nueve valerosos menceyes guanches, así como otros muchos destacados aborígenes.
La visita recomendada al municipio de Los Realejos comienza en la Iglesia de Santiago Apóstol, situada en la confluencia entre la avenida de Los Remedios y la calle El Medio de Arriba. Fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1983 y guarda entre sus valiosos tesoros artísticos la más antigua de las piezas conservadas en el Valle de la Orotava, el “Tríptico de Santiago”, obra flamenca correspondiente al primer cuarto del siglo XVI y atribuida al maestro de Delft.
Partiendo de un primer edificio cubierto por un sencillo techo pajizo, se llegó a levantar un templo de tres naves, siendo la central realizada por Juan Benítez en la primera década del siglo XVII. La capilla mayor se vio concluida hacia 1667, siendo Manuel Penedo el artífice de los arcos. Los siguientes cuerpos fueron elevándose en etapas sucesivas, finalizando en torno a 1730. Cuarenta años más tarde se alza la torre, rematada por un puntiagudo chapitel y que con los años se ha convertido en todo un símbolo del municipio.
En su interior podemos contemplar valiosas piezas artísticas provenientes tanto de talleres locales como foráneos. Así podemos destacar, además del ya mencionado Tríptico de Santiago, los retablos de El Nazareno, la Misericordia, Nuestra Señora de Los Remedios o el de Santa Bárbara entre otros, las obras pictóricas, tallas e imágenes procesionales, así como un gran número de piezas de orfebrería, entre las que destaca la Cruz de filigrana de 1677.
Cabe destacar, asimismo, las tres portadas de cantería, la principal, procedente de la primitiva fábrica de soluciones renacentistas. La del costado sur, levantada por Manuel Penedo en 1627, y la del costado norte, emparentada con sus homónimas de la iglesia vecina de Nuestra Señora de La Concepción del Realejo Bajo, que presenta influencias clasicistas.
Enfrente del templo, al que rodea la plaza dedicada a Viera y Clavijo, se encuentra el edificio que hasta hace algunos años servía de sede al Ayuntamiento y que hoy alberga la biblioteca municipal.
Exaltación de la Cruz
Dejando atrás este edificio nos encontramos con la calle de El Medio de Arriba que aún conserva gran cantidad de sus casas primitivas. Esta calle, junto a la vecina calle de El Sol son famosas por las celebraciones del 3 de mayo en honor a la Cruz, unas fiestas que se viven en todo el municipio y que también destacan de forma particular en el núcleo de la Cruz Santa.
Hoy en día Los Realejos cuenta con cerca de tres centenares de este símbolo cristiano, que en capillas, templos, casas particulares, ocupando cabeceras de calles, riscos y peñas en el mar y en el monte, serventías, caminos reales, miradores o simplemente clavadas en el suelo, son signos de identidad de la Villa.
Los enrames florales son parte esencial de la celebración de este especial día del 3 de mayo. Capillas, ermitas y cruces de pared, independientemente de su ubicación, amanecen con sus mejores galas ese día.
Después del anochecer tiene lugar la grandiosa exhibición pirotécnica, puesta en escena como un pique entre ambas calles, y que está considerada como una de las mayores y más importantes de Europa, capaz de reunir, durante unas tres horas, a miles de visitantes y turistas venidos de todas partes, en los miradores, carreteras, arcenes, plazas y demás rincones del municipio. Algunos estudiosos apuntan que este “pique” se remonta a 1770 y a la existencia de dos clases sociales bien diferenciadas: los propietarios de las tierras por donde discurría la calle de El Medio, y los medianeros y pequeños campesinos de la calle de El Sol.
A la mitad de la calle de El Medio de Arriba nos encontramos con un cruce que conduce al Lance y a Icod el Alto. Mítico lugar desde donde el mencey Bentor se arrojó al precipicio para evitar entregarse a los castellanos al finalizar la conquista de la isla. Por tal motivo existe una escultura en su honor ubicada en el mirador del Lance desde donde se puede disfrutar además, de una espectacular vista de todo el Valle de La Orotava.
Volviendo a este cruce en la calle denominada Travesía El Pino nos encontramos con un par de ejemplares de barbuzanos y de pinos centenarios que muestran su magnífico porte a todo el que por allí transite.
Drago de San Francisco
A continuación, después de un entretenido paseo, el descenso alcanza la calle Viera y Clavijo, llamada así porque fue en el número 101 de esta calle donde nació el ilustre polígrafo. El camino hasta el drago de San Francisco es corto. Nos encontramos con el cementerio de San Francisco de Asís, que ocupa el solar del extinguido convento de Santa Lucía de la orden Franciscana, construido a principios del siglo XVII y destruido por el fuego en el año 1865. Entre sus muros se yergue la vieja puerta de cantería de aquel cenobio de frailes.
Situado en un altozano donde confluyen las calles del Medio y Cruz Verde, el drago de San Francisco es, después del de Icod de los Vinos, el más bello de las Islas. De él han dicho viajeros y escritores de otras épocas que “su aspecto es extraño, se diría el de un enorme candelabro soportando un bosque de yucas. Es ciertamente, uno de los vegetales más raros de la creación y muchos han creído ver bajo su envoltura, la imagen del dragón de la fábula, guardián de las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides". Desde los jardines que rodean este magnífico ejemplar la vista no defrauda nunca. A un lado, una parte del municipio de Los Realejos y su vecino de Puerto de la Cruz; al otro, las montañas y la ladera de Tigaiga, que finaliza en la desembocadura del barranco.
La Hacienda de los Príncipes
El Camino que surge a continuación desciende por la Calle del Medio, de pendiente muy pronunciada y desde ahí, a la izquierda, se divisa una calle estrecha dedicada a Manuel Hernández Linares. Recorrida en su totalidad y haciendo un giro a la derecha se nos aparece la fachada principal de la Hacienda de los Príncipes, una hacienda con más de 200 fanegadas y con aguas propias que Alonso Fernández de Lugo se reservó para sí mismo en el corazón de Los Realejos, en el “Campo del Rey”, nombre con el que se denominaron las fértiles posesiones del mencey Bencomo y que comprendía territorios colindantes, de mar a monte, entre los barrancos de Godínez y de la Azadilla, extensas tierras en las que instituiría su Mayorazgo en 1512, por autorización de la reina Juana I de Castilla.
La importancia económica de esta casa y del ingenio azucarero de la Hacienda favoreció la llegada de foráneos que, a modo de primeros pobladores, construyeron sus casas y crearon el primer núcleo urbano en la zona. Diferentes arrendamientos se suceden a lo largo del siglo, hasta que a principios del siglo XVII se sustituye de forma definitiva la caña de azúcar por la vid.
Es hoy un emblemático edificio, cuyos jardines fueron en el pasado la admiración de los viajeros. Su acceso se realiza a través de un portalón almenado al inicio de la calle de Los Molinos. La fachada principal presenta una galería balconada en su segunda planta. De la primitiva fábrica apenas hay vestigios. La casa principal, además del balcón que mira al camino de Tigaiga, poseía dos miradores.
Ermita de San Sebastián
Junto a ella se encuentra la ermita de San Sebastián, con una puerta de cantería gris, un sencillo artesonado y una espadaña en su izquierda. Fue levantada en un solar cedido por el administrador Alejandro Orea, después de 1733 y se incendió en 1885, aunque pudo ser reconstruida más tarde. En ella se venera la imagen de San Sebastián.
Iglesia de la Concepción
Nos encontramos en pleno centro del conjunto histórico del Realejo Bajo y siempre es recomendable una visita por sus callejuelas repletas de sorpresas y encanto. Descubrir las casas de la calle la Acequia o de la calle Toste, o poder contemplar la casa Parroquial situada en la calle Cantillo de Abajo valdrá la pena. En el descenso por la calle Guillermo Camacho y Pérez Galdós aparece la plaza que acoge la Iglesia de la Concepción, la segunda en importancia del Municipio.
Una vieja ermita dedicada a Nuestra Señora, edificada en el siglo XVI, dio lugar a la actual iglesia de tres naves. Su última etapa constructiva tuvo lugar entre 1697 y 1701. Un incendio acaecido en 1978 destruyó todo el edificio, perdiéndose para siempre sus bellos artesonados de raíz mudéjar, retablos barrocos y neoclásicos, como el de Nuestra Señora del Rosario, esculturas de distintas escuelas, como la de Nuestra Señora de la Candelaria, de Martínez Montañés, o la de Nuestra Señora de los Afligidos, atribuida a Martín de Andújar, así como los lienzos que recordaban el pincel del pintor canario Hernández de Quintana (+ 1725), entre los que destacamos el cuadro de Ánimas, que compartía altar con la talla de San Miguel Arcángel (siglo XVI).
Se pudieron rescatar dos imágenes marianas, la de Nuestra Señora del Rosario y La Dolorosa. La primera es probable que saliera del taller de Pereira, escultor madrileño del siglo XVII. La Dolorosa, obra quizás de Rodríguez de la Oliva (+ 1777), formaba parte de El Calvario situado en la nave del Evangelio. También son importantes las piezas de orfebrería que pudieron salvarse del incendio, entre las que destacamos la custodia franciscana de plata sobredorada, de la segunda mitad del siglo XVIII, y la Cruz procesional, realizada en 1563 por Francisco de Soto. El referido incendio no afectó de forma grave a las puertas de cantería, presentando la lateral un frontón clásico sobre pilastras muy similares a los del manuelino portugués. La puerta correspondiente a la nave del Evangelio presenta en su parte superior dos bustos en relieve, dentro de sendos medallones de piedra, que según la tradición representan a Alonso Fernández de Lugo y al mencey Bencomo. Es interesante la pequeña puerta gótica de arco conopial que perteneció a la antigua sacristía.
La torre, que se alzaba en la fachada principal, fue trasladada al costado sur del edificio después de su restauración. Se abrió nuevamente al culto en 1993. En la actualidad viene siendo objeto de un programa de reproducción de imágenes y de retablos.
Las escalinatas situadas en el costado izquierdo de la plaza fueron construidas en pleno siglo XVI y conducen a los jardines donde se ubican dos magníficos ejemplares de drago, denominados “Dragos Gemelos” debido a su gran parecido.
Una vez en la calzada se debe girar a la derecha para continuar por la calle de la Alhóndiga.
Iglesia de Nuestra Señora del Carmen
El tramo situado al final de la calle de la Alhóndiga conduce hasta unas escaleras, junto a las cuales se encuentra una escultura tallada en piedra que representa la figura de una gaviota y que rinde tributo al hombre del mar. Allí nos encontramos la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, una iglesia que fue trazada en 1955 por Tomás Machado y Méndez de Lugo en el lugar donde se había levantando el convento de agustinas recoletas de San Andrés y Santa Mónica, el último monasterio femenino fundado en Canarias y el único de esa obediencia, desaparecido tristemente tras un incendio acaecido en 1952.
Se aparta completamente del marco original, al ser diseñada exclusivamente en función de la Virgen del Carmen, que debía ser el centro de atracción del templo. No en vano es la Alcaldesa Honoraria y Perpetua de Los Realejos y la Patrona del Valle de La Orotava. Sólo incorporó de la obra antigua su portada. También conserva la imagen de San Agustín, atribuida a Rodríguez de la Oliva, las de San Andrés y Santa Mónica, atribuidas a Lázaro González de Ocampo (1651 – 1714), el Señor del Huerto, obra anónima del siglo XVII, procedente del exconvento franciscano, un crucificado de marfil y el retrato del fundador Juan de Gordejuela.
la Rambla de Castro
Éste es uno de los entornos naturales más singulares de Canarias. La ruta comienza en el mirador de San Pedro, al que se llega por la Autovía del Norte y desde donde se contempla una imponente y monumental vista de toda la zona. Desde el mirador parten dos caminos. El primero de ellos, a la izquierda, discurre sobre el trazado del antiguo camino real que llega hasta la costa, pasando por la ermita de San Pedro, una construcción que data del siglo XVIII y desde cuya terraza se observa otra espectacular vista del litoral.
El retorno sobre nuestros pasos permite el acceso al segundo sendero, que encontraremos a partir de la zona de aparcamientos, y en dirección a la costa. En la primera curva hay estupendas vistas panorámicas del caserío y de las Ramblas del Mar y de Babón. La siguiente intersección del camino, tomando el desvío de la derecha, conduce a uno de los palmerales más bellos de la Isla, en el centro del barranco de Castro y a escasos metros de su Hacienda.
Finca de Castro
En el antiguo mayorazgo de la Hacienda de Castro, que ofrece rincones de sugerente belleza, el sonido del mar se ve a menudo silenciado por el canto de los pájaros. Sus jardines, con frondosos palmerales, fueron la admiración de muchos viajeros y visitantes ilustres, como Sabino Berthelott, Jules Leclercq, Hans Meyer, Carballo Wangüemert, etc.
La ruta, una vez atravesado el palmeral del barranco, continúa por el sendero hasta el Fortín de San Fernando, una pequeña construcción defensiva que, dada su situación estratégica, sirvió para defender la costa de los ataques de los corsarios y piratas que frecuentaban esta parte de la Isla y que actualmente cuenta con 3 de los 5 cañones que originalmente componían su tronera.
Llegados a este punto, se le plantean al viajero múltiples alternativas, ya que puede decidir entre realizar el descenso hasta las playas de Castro y La Fajana, visitar el Elevador de Aguas de la Gordejuela, continuar por el sendero principal hasta la playa de Los Roques o retornar sobre sus pasos hasta el mirador de San Pedro, punto de partida inicial de esta ruta.
Playas de Castro y la Fajana
En el trayecto desde el Fortín hacia el palmeral del Barranco de Castro se encuentra, a la derecha, un pequeño sendero que a través de un tupido bosque de cañas, conduce a la Playa de Castro.
El acceso desde la playa de Castro hasta La Fajana es toda una aventura. A la derecha de la primera surge un camino que se prolonga hasta una antigua galería de agua cuyo húmedo túnel desemboca en La Fajana, una pequeña cala que, al igual que su vecina de Castro, se cubre de arena negra en el verano.
Elevador de Aguas de la Gordejuela
La segunda alternativa, que parte del Barranco de Castro, lleva al viajero por el Sendero del Agua hasta el Elevador de Aguas de la Gordejuela.
Para acceder a esta vieja industria, situada en un enclave natural de gran belleza, es necesario desviarse a la derecha y emprender la subida por la cuesta que serpentea hasta la fábrica que fue la sede de la primera máquina de vapor existente en Tenerife, instalada por la casa Hamilton en 1903 con el fin de llevar el agua hasta las zonas de cultivo del plátano en el Valle de la Orotava.
El sendero del agua no concluye en este punto sino que bordea toda la costa del Paisaje Protegido de Rambla de Castro hasta la playa de Los Roques, dejando atrás el Callao de Méndez, Callao Gordo y Pejes Reyes, tres de los puntos más destacados del litoral
Piscinas Naturales del Guindaste
Desde el mirador de San Pedro se distingue la Punta del Guindaste, un pequeño extremo de tierra que se adentra en el mar. Al Guindaste se llega por la bajada del Socorro. La primera desviación a la derecha atraviesa el paisaje de plataneras y un pequeño caserío hasta llegar a unas escaleras que facilitan el acceso al mar, donde el viajero encuentra un espacio privilegiado para disfrutar de la pesca deportiva y el submarinismo: las piscinas naturales del Guindaste.
Playa del Socorro
La bajada hacia la playa del Socorro culmina en una larga avenida que da paso a una gran cala de arena negra muy popular entre los vecinos del norte de la Isla. Por sus condiciones naturales es perfecta para la práctica de deportes marinos. No en vano, la playa es el escenario de distintos campeonatos regionales, nacionales e internacionales de surf.
Mirador de la Corona
Situado en la ladera de Tigaiga, en la zona de Icod el Alto, el mirador de La Corona constituye un marco incomparable desde donde se contempla en toda su inmensidad el Valle de La Orotava y todo el noreste de la isla. Por su ubicación, altitud y condiciones de vuelo es uno de los mejores lugares de Canarias para la práctica del parapente y el vuelo libre.
Naturaleza y Aventura
El municipio de Los Realejos es un auténtico paraíso para la práctica de deportes alternativos, de aventura y en contacto con la naturaleza. Por la amplia diversidad de espacios naturales en zonas altas, de medianías y de costa, unido a las especiales condiciones meteorológicas y climáticas que se dan en toda la vertiente norte de la isla, así como por la existencia de grupos, clubes y asociaciones vinculadas a estas actividades, dispuestas a orientar con su experiencia a todo aquel interesado en la práctica de estos deportes, nos encontramos con un destino completo y que reúne, en un corto espacio, todos los elementos necesarios para hacer pasar a los amantes de la naturaleza y la aventura unos momentos inolvidables.
De entre ellos, tenemos que destacar el importante lugar que ocupa el parapente. Esta alternativa, asociada a los amantes de la naturaleza y del vuelo, encuentra en Los Realejos un lugar ideal para su práctica en las mejores condiciones durante prácticamente todo el año. La suavidad de las condiciones climáticas de la zona, sus características orográficas y la orientación de los vientos reinantes juegan un papel determinante en este aspecto. En La Corona, con una impresionante ladera situada a 750 metros de altura sobre el nivel del mar, los parapentistas pueden planear durante horas y jugar con las suaves nubes de los alisios, disfrutando de una panorámica imponente que comprende desde la punta de Teno, en el municipio de Buenavista, hasta Anaga, en Santa Cruz de Tenerife.
Otro de los deportes que cuenta con un gran número de aficionados es el surf, y gracias a éstos, la playa del Socorro posee fama y prestigio entre los entendidos de toda Europa. Con olas constantes a lo largo del año y temperaturas ideales, en este lugar el surf se complementa perfectamente con el disfrute del baño.
La Playa presenta cuatro épocas bien diferenciadas: dos suaves, una entre abril y marzo con olas de 1 a 3 metros y otra de junio a finales de agosto con olas de 1 a 2 metros, y dos más fuertes, entre septiembre y finales de noviembre con olas de 2 a 3 metros y de diciembre a marzo en las que son frecuentes las corrientes, con olas de 2 a 5 metros, sin embargo, dependiendo de las borrascas, estas olas pueden llegar hasta los 8 metros, si bien esto último es poco habitual.
Las características del oleaje de la playa se mide dependiendo de la altura de olas y de los períodos, así, en invierno se suceden olas de maza, en septiembre, octubre y noviembre, y debido a la acción de los vientos en contra y la gran cantidad de arena acumulada en suelo, olas formando tubos, y en el resto del año, olas con cresta.
La playa celebra anualmente varios campeonatos de surf, longboard y buggis. Julio, agosto y septiembre son habitualmente los meses elegidos para estas competiciones y entre ellas sobresalen pruebas de carácter regional y nacional como el premio O’Neill.
Debido a la situación del Archipiélago Canario, a pocos grados del Trópico de Cáncer, la costa de Los Realejos permite la práctica durante todo el año, de otro deporte que está emergiendo fuertemente en la zona: el submarinismo. La transparencia de estas aguas, con una visibilidad muy buena todo el año (de 15 a 20 metros en invierno y hasta 40 ó 50 metros en verano) y la excepcional variedad de las especies existentes, hacen del litoral del municipio, y muy especialmente de la zona del Guindaste, un paraíso para la observación y la fotografía submarina.
Con una temperatura en el agua que oscila entre los 19 grados de febrero y los 23 grados de agosto, el buceo siempre resultará agradable. El punto más destacado y famoso es la Baja de Los Realejos, que es una gran roca basáltica sumergida, situada a unos 10 metros de la línea de superficie y que se prolonga hasta los 70 metros de profundidad.
Es un lugar óptimo para todo tipo de buceadores y que se caracteriza por la gran cantidad de cuevas, arcos y túneles de piedra, escalones rocosos y abismos que simulan enormes órganos de piedra sumergidos y que en conjunción con la gran variedad de flora y fauna de sus fondos producen unos contrastes únicos e imborrables para quienes llegan a verlos.
Además de los anteriores, existen otras prácticas deportivas muy extendidas y recomendables en Los Realejos, como el senderismo y la equitación, que permiten recorrer todo el municipio y disfrutar de una naturaleza envolvente y espectacular, bien por los caminos habilitados para el paso de los caballos, o bien a pie a través de la amplia red de senderos que van desde la costa hasta las zonas más altas. La apnea, mountain bike, la pesca deportiva y otras modalidades más recientes terminan de completar la amplia oferta con que cuenta la Villa.
Carnavales
Estas fiestas de enorme arraigo popular, son licencia para el disfraz, el humor y el regocijo. La típica mascarita de cara tapada y constantes movimientos, vestida de forma llamativa y usando su voz de falsete, fue cayendo poco a poco en desuso, dando paso a los grupos uniformados y organizados como las murgas, comparsas, rondallas y las fanfarrias.
A principios de los 80, los Carnavales adoptan un nuevo cuño en Los Realejos, tomando un carácter de marcada espectacularidad, de cara a la población y al visitante foráneo, que encuentra su máximo apogeo en el coso, una cabalgata llena de colorido, humor y creatividad.
Entre estos grupos organizados, es gratificante contemplar la presencia más informal de los disfraces genuinamente originales en la línea de aquellos carnavales de antaño: pantomimas cómicas, mascaritas, parodias de personajes de actualidad, etc.
Culminan los carnavales con la quema del Señor Rascayú, símbolo de lo pasajero, un caballero que renace cada año con renovados bríos.
Comida tradicional de estas fechas son las típicas torrijas, rebanadas de pan duro ensopado en leche y huevos, que luego se fríen a sartén y se espolvorean de azúcar, así como los ñames, servidos en rodajas, también con abundante azúcar. Licores caseros y vino generoso acompañan a estas degustaciones.
Semana Santa
La Semana Santa se ha convertido en otra de las manifestaciones más espectaculares de cuantas se celebran anualmente en el municipio. En el pasado era un foco de encuentro social donde el silencio y el recogimiento de los asistentes a las procesiones y el rigor que los propios templos imponían - con abundancia de lutos y velaturas - eran su aspecto más característico. Esta circunstancia daba lugar a que en el día de Resurrección, "la Pascua Florida", los ánimos contenidos se desbordaran, y se llevaran a las iglesias incluso jaulas con pájaros para acompañar con sus trinos a los aleluyas y repiques, en un marco ambiental de flores e incienso.
La masiva creación de hermandades y cofradías en las últimas décadas, así como la adquisición de gran cantidad de nuevas imágenes, que se unen a las de incalculable valor artístico que ya poseía el municipio, ha dado lugar a que la Semana Santa de Los Realejos sea seguida cada año por multitud de visitantes y fieles que son testigos de un esplendor que aumenta con el tiempo y que le da un matiz cada vez más turístico.
Romería de San Isidro Labrador
La romería de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, declarada de interés turístico nacional, constituye uno de los principales atractivos de las Fiestas de Mayo. El fervor de los campesinos de Los Realejos por este Santo proviene desde el siglo XVII debido a la divulgación de sus milagros y leyendas, a raíz de su canonización en 1622 por el Papa Gregorio XV. En esta romería los participantes lucen vestimentas tradicionales y se multiplican las rondallas entre carrozas y carretas adornadas y grupos de magos cantando y bailando delante de las imágenes de sus Santos Patronos.
Ya en el siglo XX adquiere el carácter de Romería Regional al acercarnos a la raíz y esencia de nuestras más viejas y entrañables manifestaciones festeras. Cada año son miles los visitantes que acuden a disfrutar de esta fiesta.
Fiestas del Carmen
En el mes de julio la cita más importante tiene lugar en el Santuario del Carmen, donde la imagen de Nuestra Señora del Carmen, obra genovesa proveniente del taller de Antón María Maragliano en 1739, se convierte en el centro del culto religioso de todo el Valle de La Orotava. De entre el amplio programa cultural y festivo que se ofrece cada año y que se prolonga por algo más de un mes, la nota más destacada de la fiesta la encontramos en la procesión de la Octava, donde la imagen es llevada a hombros por los marineros del Puerto de la Cruz, que entre aclamaciones ruidosas y hasta irritantes a su Patrona, le demuestran su devoción bajo el torrente del griterío.
Realexo
Mención especial, dentro del amplio abanico de fiestas que ofrece la Villa de Los Realejos, merece la convocatoria anual de “Realexo: Una cita con el pasado”, una jornada festiva que tiene lugar en el mes de agosto y que está dedicada a la promoción turística y al fomento de los valores históricos y patrimoniales de este municipio. El entorno del casco antiguo da un salto atrás en el tiempo y los vecinos se convierten, a través de su caracterización y vestimenta, en los pobladores de esta zona en los últimos siglos. Además, un gran elenco de actores se ponen en la piel de los personajes más ilustres que han sido protagonistas de su historia, contando en primera persona a los grupos de visitantes los avatares del desarrollo y formación del Realejo Bajo.
Artesanía
Los habitantes de Los Realejos siempre han presumido de su faceta artesanal. En el pasado ya destacaron en la confección de cintas, medias y tejidos de seda, aunque de entre las diversas producciones, era la de cestería la que tenía un mercado más amplio, ya que la fabricación de cestos y raposas de mimbres y varas de castaño rebasaban el ámbito local y se vendían en toda la isla.
Pero la industria que más fama y notoriedad ha dado al municipio es la del calado. A principios del siglo XX se estimaba que más de dos tercios de la producción insular salían de nuestros talleres, siendo el mercado inglés nuestro principal destinatario.
Actualmente, otras ocupaciones artesanales mantienen la reputación de Los Realejos, como la pirotécnica, donde nos encontramos con la pirotecnia más antigua de España, representada por una empresa familiar fundada en 1778 y premiada por todo el mundo: los Hermanos Toste o la producción pastelera, que en los descendientes de doña Concha la del Cercado, doña Mercedes y los dulceros y panaderos de La Cruz Santa y La Carrera tienen a sus principales valedores. Cuando se acercan las fiestas Navideñas, son pocos los hogares tinerfeños donde no entran los pasteles elaborados por nuestros dulceros.
Viticultura
Los Realejos está considerado como la catedral del vino blanco, siendo famosas sus viñas entre los entendidos de todo el archipiélago canario. Este vino, como el de todo el Valle de La Orotava, ha gozado de justa y merecida fama a través de la Historia, dado que fue el primer centro vitivinícola de Canarias. En los siglos XVII y XVIII estos caldos eran exportados a Inglaterra y sus colonias, a Alemania, Holanda, y a la América española. Tal extensión alcanzaron sus viñedos que llevaron a decir al ilustre realejero José de Viera y Clavijo, que el Valle era un inmenso parral.
En la actualidad este sector está en alza junto al de la gastronomía, caracterizada por una amplia gama de establecimientos de restauración de todo tipo, aunque liderada, eso sí, por nuestros tradicionales guachinches, locales entrañables y típicos donde se puede degustar la mejor comida casera junto al vino de cosecha propia.
Anualmente, durante el mes de septiembre, se celebra en el núcleo de la Cruz Santa la Fiesta de la Vendimia, un evento que pretende acercar a los visitantes toda la historia de nuestra tradición vinícola.